15 oct 2017

La tecnocasa ecológica de barrio Argüello



La Voz del Interior (15/10/2017)
Bienvenidos a la casa tecnológica del futuro

Cuando tocás timbre en la casa de Cecilia Martínez y Matías Cuenca Acuña también te sacás una selfie. Nunca te enterás. Pero Cecilia y Matías pueden ver la foto en su celular desde cualquier parte del mundo. Es una de las tantas funciones tecnológicas de esta construcción de 320 metros cuadrados que alberga 20 computadoras y 100 mil líneas de programación en sus paredes.
Es la casa del futuro, aunque no lo parece. “Hay una idea de que la domótica debe ser frívola y debe mostrarse. Mi idea es que mientras menos uno se da cuenta de que está, mejor”, dice Matías.
Antes de vivir aquí, la familia (tienen dos hijos) se había mudado a un dúplex de “esos modernos”. “En verano estaba siempre todo caliente. Empecé a leer sobre construcción bioclimática. Después se sumó Matías con las cuestiones más tecnológicas. En lo primero que pensamos siempre fue en el confort”, recuerda Cecilia.
En ese momento decidieron hacer esta casa en barrio Argüello. Demoraron cinco años, entre el diseño con ayuda de arquitectos e ingenieros y la construcción.
“Para nosotros, la solución siempre es buscar información y estudiar. Aplicamos lo que hacemos en nuestro trabajo para resolver los problemas de confort que teníamos en casa”, dice Cecilia, doctora en Pedagogía e investigadora del Conicet.
“El objetivo es que la casa nos brindara confort, eficiencia energética, bajo mantenimiento y sustentabilidad. Y en ese orden”, aclara Matías, doctor en Ciencias de la Computación e ingeniero principal en la empresa McAfee.
En el living comedor hay un gran ventanal que da al oeste. Es el peor ángulo para Córdoba. Para evitar el ingreso de calor, las ventanas tienen doble vidrio y están laminados.
Además, los toldos se bajan automáticamente según la hora del día y la época del año. Están coordinados con la estación meteorológica que hay en el techo. Si llueve, no se bajan.
Los circuitos y componentes de las computadoras fueron ensamblados por Matías. Son de tecnología Arduino y programados en C++. Hay una computadora por cada sector y tiene sensores de temperatura, humedad y alarma de incendio.
Cada vez que se prende una luz, en realidad, la señal pasa primero por alguna de las computadoras que ordena prender la luz. “La climatización se puede programar desde el teléfono, por ejemplo, 10 minutos antes de llegar. Todo se puede programar desde el celular”, comenta Matías.
Algunas puertas y los portones pueden cerrarse de manera electrónica. En total, la casa controla más de 200 objetos (luces, puertas, sensores).
“Ahora le agregamos asistentes que te avisan si dejamos alguna puerta abierta o alguna luz prendida. Hay parlantes en todas las habitaciones. Podría apagarlas automáticamente, pero está bueno también educar”, dice Cecilia.
Matías agregó medidas de seguridad. Por ejemplo, para avisar si alguien está caminando alrededor de la casa.
También sabe cuándo ingresa cada habitante del hogar y toma fotos de las personas que tocan el timbre, y cuándo hay un ingreso por la puerta principal. Todo puede verse desde el celular.

Generación de energía
El 20 por ciento de la energía la generan paneles solares ubicados en el techo. “Más adelante podría poner más paneles para generar todo lo que se consume, pero para eso necesito que se apruebe la ley de generación distribuida”, explica Matías. Y sigue: “El horario pico de generación es el mediodía, por lo que en la familia aprovechamos esas horas para lavar la ropa y hacer otras actividades que requieren grandes gastos de energía”.
La limpieza la resolvieron en parte con robots. La casa fue pensada con pisos abiertos y sin escalones para poder usar aspiradoras robot.
Lues, miércoles y viernes barren automáticamente. “Uno pasa el trapo, pero hay que ponérselo manualmente. Son bastante autónomos. Me avisan al celular si tienen problemas”, cuenta Matías.

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Por su diseño, consume 10 veces menos energía que un hogar común

Aunque la tecnología ayuda, la eficiencia de la casa de Cecilia y de Matías está dada por su diseño bioclimático. “Es una casa A+ (consume 10 kilovatios por metro cuadrado al año). Una casa común es clase F: consume 10 veces más de energía”, explica Matías.
Por ejemplo, tiene varias ventanas que miran al norte para aprovechar la luz del día y para que en el invierno calienten las habitaciones a través del efecto del muro de Trombe. Pero tienen aleros calculados por un ingeniero para evitar el exceso de calor en verano. “Tuvieron un costo arquitectónico alto porque hubo que hacer varios quiebres de losa”, explica Cecilia.
La casa fue construida con un sistema que no usa ladrillo clásico. Son bloques de telgopor que se los rellenan con concreto y barras de acero. Las piezas se combinan de tal forma que no hay puentes térmicos. “Es como una heladerita de telgopor. Tampoco hubo desperdicios. No necesitamos un contenedor para tirar material”, detalla Matías.
De esta forma, las habitaciones tienen siempre una temperatura de entre 18 y 23 grados, sin importar la temperatura exterior. “En el invierno prendimos la calefacción unas cinco veces”, dice Cecilia.
El sistema de cañerías permite reaprovechar las aguas grises y negras. Las aguas negras van primero a una cámara séptica y luego a otra con aire forzado para facilitar la acción de otras bacterias. “Lo que se obtiene es un agua del color del té, pero sin olor. Unas plantas se van alimentando de ese té”, comenta Cecilia.
Las aguas grises se usan para regar el jardín. Es un sistema de cañería que va por debajo de la tierra. No se almacenan para evitar que se pudran.
El tanque de agua está dentro de la casa para que siempre esté a una temperatura adecuada, en especial para que en verano esté fresca. Un termotanque solar provee de agua caliente. “El calefón eléctrico sólo lo prendemos unos 10 días en el año”, dice Matías.
La gestión de la basura está limitada al servicio de recolección de la ciudad. “Realizamos compost con los restos orgánicos y tenemos una bacha con triturador que alimenta nuestras plantas. Acá no llega la recolección diferenciada, pero llevamos las botellas a otros sitios donde sí las reciclan”, dice Cecilia.
Más información sobre esta casa cordobesa puede leerse en cat101.bitbucket.io/sp/
320 metros cuadrados con mucha tecnología
El funcionamiento de la casa incluye 20 computadoras.
Medidas simples y también soluciones complejas. El diseño bioclimático minimiza las necesidades energéticas. Pero los automatismos dependen de 100 mil líneas de programación en las paredes. 

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