18 jul 2015

A la defensa del zoo

La Voz del Interior (18/07/2015)
Un zoológico bien nuestro

Diversión porque el zoológico cordobés siempre tuvo sus ­cosquillas de yapa, como los espejos mágicos de la ­residencia de administración.
Más allá de la discusión actual sobre su continuidad o no, el jardín zoológico de Córdoba es parte de la historia de la ciudad y ha sido motivo de orgullo para los nacidos y criados en este rinconcito del mundo.
En lo que a mí respecta, este lugar, enclavado en la parte más espectacular del Parque Sarmiento, fue siempre una tierra cargada de maravillas, misterios, sorpresas y diversión.
Maravillas porque su entorno natural, su vegetación autóctona, su caprichoso relieve y su arquitectura imponente, con escalinatas dignas de palacios y abundantes glorietas, lo convierten en un paseo ideal donde se disfruta el toque majestuoso de Juan Kronfus, el genial arquitecto austrohúngaro. Espacios como el habitáculo del elefante, por ejemplo, son dignos de las mejores películas.
Misterios porque a toda hora es sacudido por gritos, aullidos y lamentos que uno supone de los animales allí alojados pero imagina, también, provenientes de planos inexplicables en tiempo y espacio. Pasadizos, recovecos y senderos alternativos completan un escenario que de niño me gustó desandar, siempre dispuesto a entregarme a la imaginación para sentirme en medio de la selva, en un bosque o en un planeta desconocido.
Sorpresas porque ni el más asiduo visitante puede aprenderse de memoria lo que deparan sus instalaciones, siempre cambiantes, eternamente en obras y con novedades permanentes en cuanto a la calidad y cantidad de animales en exhibición.
Diversión porque el zoológico cordobés siempre tuvo sus cosquillas de yapa, como los espejos mágicos de la residencia de administración, el inolvidable Mono Silvio, el trencito con su cueva tenebrosa, las manzanas con caramelo y tantas cosas más.
Todo eso y mucho más tiene y tuvo siempre ese parque imaginado por el naturista José Ricardo Scherer cuando insistió en que esa hondonada, ese tajo verde y caprichoso que tenía el Parque Sarmiento, era ideal para el establecimiento de un jardín contenedor de ejemplares de la fauna de todo el mundo.
Lugar favorito para hacerse la chupina, paseo inmejorable para cansar a la abuela o rincón ideal para ablandar el corazón, ya sea por la ternura de algunos de sus residentes o por la angustia que nos produce algún encierro, el Zoológico de Córdoba es parte estable del andamiaje de recuerdos que tiene cualquier cordobés con cierta experiencia en su propia ciudad.

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