22 feb 2015

Sierras Chicas: los verdaderos motivos del desastre



La Voz del Interior (22/02/2015)
Una cuenca en problemas

El avance de la frontera urbana, los desmontes, la escasez de flora autóctona, el incremento poblacional y los incendios provocan una situación ambiental delicada en una zona del departamento Colón.
El temporal que el fin de semana pasado dejó ocho muertos, más de 1.680 viviendas dañadas, 11 puentes y un acueducto rotos, 40 kilómetros de rutas y 1.200 cuadras de calles destrozados y mucha tristeza en las Sierras Chicas fue producto –más allá de las lluvias torrenciales– de una serie de factores de riesgo. Estos están latentes desde hace décadas en esa zona del departamento Colón, al noroeste de la ciudad de Córdoba.
Los 260 milímetros de lluvia que cayeron en menos de 24 horas en algunas localidades de las Sierras Chicas desnudaron la debilidad ambiental en la que se encuentran las cuencas de la región, afectadas por los incendios, la tala indiscriminada, la explosión demográfica y la urbanización descontrolada de la última década.
Las cifras hablan por sí solas: entre 2004 y 2013, se incendiaron 75.220 hectáreas acumuladas (40 por ciento menos que la década precedente), se desmontaron 8.600 hectáreas en los últimos 10 años (con un historial de tala continua desde 1940), la población se duplicó en los últimos 15 años (hoy asciende a 140 mil personas, según el Censo 2010) junto con un impresionante crecimiento de la urbanización en igual período.
Pero, además, el cambio de uso del suelo –que transformó áreas boscosas del parque chaqueño en superficies cultivadas, y las sometió a los embates de la minería y al avance de la urbanización y de actividades industriales– genera disputas sociales por la utilización del agua y las sierras: por el suelo, el bosque y el paisaje. El problema es de larga data.
En 2013, una investigación sobre la cuenca de los ríos Ceballos y Saldán, realizada por el equipo de Ordenamiento Territorial del Instituto Superior de Estudios Ambientales (Isea) de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), a pedido de vecinos y organizaciones sociales de las Sierras Chicas, y dirigida por Alicia Barchuk, alertaba sobre el vínculo entre las inundaciones y deslizamientos de agua, tierra y rocas y la grave situación por la que viene atravesando esa cuenca hídrica, ubicada en la ladera oriental de las Sierras.
El trabajo revela que, si bien la cuenca es una de las que posee mayor extensión de bosques serranos en buen estado de conservación dentro de la provincia de Córdoba, más de un tercio de esa superficie perdió su cobertura natural como resultado del cambio en el uso del suelo, mientras que otro tercio perdió cobertura boscosa por los reiterados incendios que afectaron a esa zona.
“Todas las acciones del hombre van produciendo transformaciones que traen sus consecuencias. Yo creo que con fenómenos naturales de tanta magnitud, se relativizan. De cualquier manera, la influencia existe”, opina Guillermo Irós, titular del Instituto de Planificación Metropolitana (Iplam), organismo que depende del Gobierno provincial.

La mancha urbana
Los pueblos y ciudades de las Sierras Chicas se levantan en las cuencas medias de los arroyos, ubicadas entre 1.099 y 650 metros sobre el nivel del mar. Algunas localidades, incluso, se asientan en más de una cuenca, lo que significa que están construidas en un área que vierte hacia un cauce que forma un arroyo o río.
De los 1.760 kilómetros cuadrados que conforman el territorio de la vertiente oriental de las Sierras Chicas (Vosc), alrededor de 420 se encuentran urbanizados o en proceso de urbanización: 50 por ciento más que hace 15 años, dice Joaquín Deón, licenciado en Geografía, egresado de la Universidad Nacional de Córdoba y autor del trabajo de investigación “Gestión de cuenca, conflictos por el agua y el uso del suelo en las Sierras Chicas. Una mirada desde la geografía del agua”.
El 15 y 16 de febrero pasados cayeron, en algunas localidades de las Sierras Chicas, 250 milímetros. La precipitación corresponde al 75 por ciento del valor máximo esperable de lluvia diaria en la zona (330 milímetros), explica Carlos Marcelo 
García.
García es investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) e integrante del Centro de Estudios y Tecnología del Agua (Ceta). De este último organismo participan la Facultad de Ciencias Económicas, Físicas y Naturales de la UNC y profesionales de la Universidad Católica de Córdoba y del Consejo de Investigaciones Hídricas para Región Semiárida (Cihrsa), que depende del Instituto Nacional del Agua (INA).
García indica que, en relación con las lluvias que derivaron en catástrofe, hay que analizar tres variables: el evento hidrometeorológico extremo, los caudales superficiales que se generaron (aspectos hidrológicos) y las características hidráulicas (velocidad del flujo y profundidad, entre otros) del escurrimiento superficial en arroyos y en calles.
“A partir de las precipitaciones extraordinarias registradas en las distintas cuencas, se generaron escurrimientos superficiales con caudales extraordinarios. La elevada condición de humedad antecedente en la cuenca y los procesos de urbanización existentes benefician el excesivo escurrimiento”, explica García.
Por su parte, Deón sostiene: “El agua no bajó sólo de las Sierras; provino de todo espacio donde, con pendiente y al descubierto, no fue absorbida”.
Asegura también, con base en la recopilación de datos desde 1937 hasta la actualidad, que las fuertes precipitaciones, que antes ocurrían cada 30 años, desde 1995 comenzaron a repetirse cada siete años y desde 2001 cada dos o anualmente.
Un informe realizado para el Foro Ambiental Córdoba por la cordobesa Sandra Díaz, doctora en Ciencias Biológicas y premio Nobel de la Paz 2007 como miembro del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, confirma que las proyecciones climáticas globales para las próximas décadas tienden a coincidir en un aumento de la frecuencia de eventos extremos.

Al límite
“No basta con decir que son imponderables del clima”, opina el biólogo y coordinador del Foro Ambiental Córdoba Federico Kopta. Con ello coincide la Coordinadora Ambiental y de Derechos Humanos de las Sierras Chicas, que aglutina a vecinos de las localidades serranas.
“Las cuencas altas son desmontadas, incendiadas y edificadas, desprotegiendo e impermeabilizando el suelo, que pierde su capacidad de esponja. Ya no retiene el agua cuando llueve y no la libera cuando falta”, indicaron miembros de la Coordinadora, en un comunicado.
Sobre este punto, también se pronuncia Guillermo Irós. “Hay –dice– dos aspectos: las construcciones más cercanas a los cursos de agua y las escorrentías (excedentes hídricos) superficiales, que pueden ser consecuencia, en parte, de la impermeabilización del suelo”.
Joaquín Deón, con base en su investigación, que será publicada el mes próximo, indica que las crecidas de los ríos y arroyos se vieron favorecidas por la descontrolada pérdida de vegetación a manos del avance de los desmontes, la urbanización y la minería no metalífera para la construcción.
“Sierras Chicas pasó, en 25 o 30 años, de poseer pueblos a tener ciudades. No sólo creció en población, sino también en ocupación del suelo”, precisa.
Por su parte, Barchuk indica, en un artículo publicado en el sitio UNCiencia, que “la amenaza del territorio es el avance de la frontera urbana, los cambios en la tierra de manera desproporcionada sin una mínima contemplación de cómo funciona la cuenca”.
Y agrega: “Hay que repensar los procesos de planificación territorial. La frontera urbana no puede avanzar más; ha llegado al límite. Hay que generar acciones de mitigación, establecer áreas núcleo, áreas de amortiguación, respetar ordenanzas vigentes, conservar las áreas naturales protegidas y que la comunidad participe, se comprometa”.

Inundaciones históricas
Febrero de 1939. En la cuenca del río Saldán. Cinco muertos, viviendas enteras desaparecidas. Desmonte para leña, mineras y ferrocarril. Habitantes: 10.500.
Enero de 1951. En ríos Salsipuedes, Chavascate y Saldán. Anegamiento de calles, rotura de puentes. Desmonte por el auge minero y exportación de carbón a Europa. Habitantes: 14.500 (año 1950).
1966-1967. Crecidas en todas las Sierras Chicas. Anegamiento de calles, rotura de puentes. Habitantes: 22.500 (año 1960).
1980-1981. Cuenca del Saldán y Salsipuedes. Dos muertos en Saldán, destrucción de industrias, viviendas, anegamiento de barrios. Habitantes: 55.645 (año 1980).
1995. En toda Sierras Chicas. Anegamiento de barrios. Incendios durante toda la década: se queman más de 100 mil hectáreas. Habitantes: 68.326 (año 1991).
2000. En toda Sierras Chicas. Evacuación de más de 600 personas, tres muertos, destrucción de viviendas, anegamiento de calles. Hubo otras inundaciones en lo que siguió de la década (años 2004, 2008, 2010, 2012 y 2013). Habitantes: 96.474 (2001) y 140.102 (2010).

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Las reservas hídricas aún son una deuda pendiente

Falta conservación y gestión de los recursos naturales a través de la creación y puesta en funcionamiento de reservas hídricas.
Según el geógrafo Joaquín Deón, hay reservas creadas por ordenanzas que nunca se respetaron en los hechos.
Entre ellas, menciona: las reservas hídricas y recreativas naturales de Saldán Inchín de Saldán (ordenanza 007/01), Bamba de La Calera (059/01), Villa Allende (ordenanza 05/02 y decreto promulgatorio 44/2004), Mendiolaza (309/01) y Los Quebrachitos de Unquillo (026/99).
“Lamentablemente, estas reservas no fueron reglamentadas”, asegura.
Desde 2008, por iniciativa de los vecinos de la zona surgió, dice Deón, proyectos de reglamentación y de ordenamiento territorial de las siguientes reservas: Bamba, Cerro Azul, 
Río Chavacaste, Candonga, 
Villa Allende, Los Quebrachitos, Ascochinga y Manantiales 
(Río Ceballos).
“Proyectos que en sus fundamentos todos anticipaban y recordaban los desastres por inundaciones y sequías”, manifiesta el especialista.
Estas “se suman a la única reserva de jurisdicción provincial implementada, con plan de manejo y guardaparques provinciales, la Reserva Natural Parque La Quebrada en Río 
Ceballos”.
En febrero de 2011, este diario publicó un informe sobre el estado de abandono de la 
Reserva La Quebrada.
En septiembre de ese año, los incendios arrasaron el 75 por ciento de las 4.200 hectáreas de la reserva, según datos de la Provincia.

Incendios
Los incendios también influyeron en la deforestación de toda la zona. La década del ’90 fue la peor de la historia de las Sierras Chicas: se quemaron 105 mil hectáreas, según datos elaborados por Deón. En las cifras se incluyen zonas incendiadas más de cinco veces.
Además, entre 2004 y 2013 se habrían quemado otras 75.218 hectáreas acumuladas (40 por ciento menos que en la década 1993-2003, pero en áreas que se incendiaron más de dos veces en los últimos 20 años, según datos del Plan Provincial del Manejo del Fuego).
Según el geógrafo Joaquín Deón, los incendios abrieron paso al avance de desarrollos inmobiliarios que se multiplicaron en los últimos 15 años.

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Los desmontes, sin solución definitiva

Existe una ley de bosques, pero la deforestación ilegal continúa. La Provincia firmó un convenio con los municipios de Sierras Chicas para avanzar en un plan director.
Los especialistas coinciden: las dos causas más importantes de los desastres acaecidos tras el temporal son las precipitaciones extensas en tiempos breves y la deforestación. “Ambientes serranos deforestados suponen cuencas hídricas donde el agua, en lugar de ingresar al subsuelo y la ‘esponja rocosa’, circula en superficie a gran velocidad”, asegura el biólogo Raúl Montenegro.
El problema se comenzó a gestar hace décadas: el avance de los cambios en el uso del suelo (de bosques a usos agrícolas, urbanos e industriales) entre 1940 y 1980 se llevó por desmonte y deforestación el 40 por ciento de las 93.500 hectáreas de la cuenca media de Sierras Chicas, según el geógrafo Joaquín Deón.
Entre 1991 y 2001, se sumó otro ocho por ciento, y en los siguientes 10 años el cambio de uso del suelo se llevó 8.600 hectáreas.
“La frontera urbana y el cambio del uso de la tierra no pueden avanzar más; ya han llegado a su límite”, aseguró a UNCiencia la investigadora Alicia Barchuk, quien lideró un estudio sobre la cuenca de los ríos Ceballos y Saldán.
Como supuesta respuesta a este panorama, que sufre en mayor o menor medida toda la provincia, la Legislatura local sancionó en 2010 la ley de bosques.
La protección que tenía como objetivo la norma se desdibujó por dos razones: porque no respeta los presupuestos mínimos de la ley nacional (obligatoria según la Constitución argentina) y porque la Provincia hizo muy poco tras su aprobación para evitar los desmontes. La primera razón se subsanó temporalmente por un decreto de 2013 que acerca la ley a los estándares nacionales obligatorios.
Pero el desmonte continuó después de la ley y también luego del decreto. El Gobierno de Córdoba recién desde septiembre del año pasado tiene un registro de desmontes. De él surge que en octubre de 2014 se desmontaron 1.550 hectáreas de bosque nativo en la provincia, dos tercios de ellas de manera ilegal.
Entre 2012 y octubre de 2014, otras fuentes contabilizaron 16.435 hectáreas, o el equivalente a 21,5 canchas de fútbol como la del estadio Mario 
Kempes por día.

Uso del suelo
Otra ley que se dictó en 2010 para evitar el crecimiento urbano desmesurado del Gran Córdoba es la 9.841, sobre la regulación de los usos del suelo en la región metropolitana. Esta abarca muchas localidades afectadas por el temporal, como Río Ceballos, Unquillo, Salsipuedes, Villa Allende, Saldán y Mendiolaza.
La norma establece áreas urbanizables y no urbanizables. En términos generales, esta última hace referencia a gran parte del faldeo serrano.
¿Se respeta? “En principio, sí. Pero la ley tiene vigencia en los radios municipales en la medida que las municipalidades adhieran. En general, adhirieron todas las localidades”, aseguró Guillermo Irós, titular del Instituto de Planificación Metropolitana (Iplam), del Gobierno de Córdoba.
Y alertó: “Si se sigue urbanizando hacia las áreas no urbanizables, subiendo en el piedemonte de las Sierras Chicas, las consecuencias van a ser cada vez más graves”. Sin embargo, vale aclarar que las áreas “no urbanizables” incluyen “áreas naturales protegidas”, y otras como las “áreas de producción agropecuaria”.
El problema es que la ley tiene un aspecto poco claro: son los mismos municipios, encargados de aprobar las urbanizaciones, los que deciden adherir o no a la ley; y si adhieren, son los encargados de controlar su aplicación. “(Desde la Provincia) no ejercemos un control. Si adhiere, la propia Municipalidad es el órgano de aplicación dentro de sus radios”, se explayó Irós.
También manifestó que desde el año pasado el objetivo del Iplam es trabajar el espacio metropolitano por subsector y que el primero será el de Sierras Chicas.
“En diciembre de 2014, se firmó un convenio con siete municipalidades para hacer un plan director de desarrollo en Sierras Chicas”, afirmó el funcionario.
El plan director no sólo abarcará el uso del suelo; será más amplio e incluirá cuestiones como energía, agua y cloacas. Aún no hay ningún diagnóstico general de la zona.

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Advertencia oficial sobre “riesgos severos”

Un informe del Gobierno de Córdoba ya había alertado en 2011 sobre el “riesgo de inundación severo”.
Advertía que podría ocurrir en varias de las localidades más afectadas por el temporal.
Se trata de la publicación Lineamientos del Plan Estratégico Urbano Territorial de la Región Metropolitana de Córdoba (tomo 1), elaborado por el Instituto de Planificación Metropolitana (Iplam) de la Provincia de Córdoba. En él se lee un diagnóstico de los problemas existentes en varias zonas, entre ellas la de Colón norte (que incluye Salsipuedes, Río Ceballos y La 
Granja).
En concreto, el informe asegura que en el departamento Colón norte existe como “amenaza” el “riesgo de inundación severo por avance de la urbanización sobre zonas de llanura de inundación e impermeabilización de grandes superficies”.
Y como “debilidad” de la zona, señala la “falta de una estrategia de desarrollo urbano que respete la geomorfología de la propia zona” y el “mal uso de recursos naturales; suelo y agua”.
Además, dice que “el avance intenso y uniforme de la ocupación del suelo, sumado a la ausencia de planificación, ha provocado serios problemas sobre los recursos paisajísticos, tales como (...) disponibilidad de agua potable, inundaciones”.
Luego, cuando hace un análisis por localidad, indica que existe “riesgo de inundación” en La Granja, Salsipuedes y Río Ceballos, todas estas afectadas por las lluvias de los 
últimos días.
El estudio no analiza otras localidades 
afectadas, como 
Unquillo, Villa Allende 
y Mendiolaza.

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Interactivo: cómo evolucionó el uso del suelo en las Sierras Chicas
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