19 ene 2015

Los yuyos serranos y el saber ancestral



La Voz del Interior (19/01/2015)
Pabla, la cordobesa que más sabe de los yuyos serranos

Santa Rosa de Calamuchita. Pabla Olsina prepara el mate y le agrega palo amarillo, un yuyo que recomienda para evitar resfríos y contrarrestar la baja tensión. Con 77 años, vive sola en una casita prestada y de paredes desteñidas, en lo alto del paraje La Garganta, a pocos metros del lago Los Molinos. Pabla es reconocida por su sabiduría respecto del uso medicinal de las plantas serranas. Tanto que hasta investigadores de la Universidad Nacional de Córdoba suelen consultarla para sus trabajos.
El caserío humilde, dentro del departamento Calamuchita, está en jurisdicción de Villa Ciudad Parque, aunque a 15 kilómetros del centro del pueblo.
Nació en la cercana José de la Quintana, pero tres décadas atrás se mudó adonde hoy reside, para acercar a su madre “a la ruta” y agilizar la visita a médicos y centros de salud. Nacida y criada en medio del campo, tuvo seis hijos y una veintena de nietos. Es viuda y separada de su último compañero. “Tuve una vida dura por el trabajo y las enfermedades”, comenta.
Desde los 15 trabaja: cuida niños en casas de familias, cocina, es moza, va a un dispensario, prepara quesos y quesillos, curte cueros y hace “rellenos” de animales, una técnica similar a embalsamar. A ninguna tarea le esquivó esta mujer que sonríe y desparrama amabilidad. Acompaña el mate con “frititos caseros” preparados el día anterior. “Para uno de mis nietos los hice”, aclara.
Quizás porque su infancia estuvo signada por la enfermedad, en medio del campo y la sierra, se interesó por aprender los misterios de las plantas medicinales cordobesas. Que las hay, en variedad y cantidad.
Su vocación la heredó también de su madre, que recolectaba peperina y la vendía “por kilos”. Pabla amplió esa tarea y comenzó a internarse en el mundo de las plantas con propiedades curativas.
En 2002, cuando trabajaba en el dispensario de La Bolsa y ya tenía fama por su conocimiento de la flora medicinal, fue localizada por los profesionales que llevaban adelante una investigación de la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la UNC, referida a medicina tradicional campesina. Pabla se convirtió en permanente colaboradora.
A su vez, en un proceso de ida y vuelta, ese intercambio le abrió una gran puerta para seguir aprendiendo.
Actores, saberes y prácticas de la flora medicinal de las sierras de Córdoba y Las plantas en la medicina tradicional de las Sierras de Córdoba son los títulos de dos de esas recopilaciones editadas como libro, en las que Pabla fue consultora vital.
Ella agradece el trabajo del biólogo Gustavo Martínez y su equipo, y recuerda que esos investigadores la impulsaron a instalar, tres años atrás, el vivero medicinal La Esperanza.

Un monte en casa
Pabla tiene un trozo de monte en su patio. En su vivero, crecen varias especies. Cuando lo armó tuvo que trasladar hasta la tierra a ese sitio. Cuenta que todas las actividades las realiza sola, sin ningún colaborador.
“Quisiera hacerlo más grande pero no se puede, se vende poco”, dice, mientras recorre los pasillos frondosos y detalla las propiedades de cada yuyo.
Tampoco recolecta ya las plantas en lugares demasiados retirados. “Voy cerca porque no me animo a ir sola, me he golpeado muchas veces”, revela.
Como un catálogo viviente, la mujer repasa algunas de las propiedades curativas de las plantas que va mostrando: el poleo y la peperina como laxantes suaves, la yerba de la meona como diurético, el doradillo para el resfrío y catarro. Y así sigue. Pabla vive de una pensión y el vivero le representa más esfuerzo que ingresos.
Toma en sus manos una Santa Lucía, planta silvestre que crece en cualquier baldío. De su pequeña flor violácea le extrae “dos mollejitas con agua”. Y explica: “Una gotita en cada ojo ayuda a las vistas irritadas”.
La visitan por recetas que muchas veces requieren la mezcla de varias plantas. “Curo la culebrilla, el empacho, el dolor de muelas, los riñones, la ojeadora y quemaduras”, detalla, sobre aquellos saberes y hábitos de antaño.
La contrayerba la indica para la picadura de víboras e insectos y los lavajes de estómago. “Tiene siete u ocho funciones distintas”, precisa. La marsela, para los bronquios, es unas de sus preferidas: se consumen desecadas en el mate o hervidas como infusión, aunque puede también prepararse en pastas o cremas.

Para qué sirven
Poleo y peperina. Laxantes suaves.
Yerba de la meona. Diurético.
Doradillo. Para el resfrío.
Contrayerba. Para la picadura de víboras e insectos, y lavajes de estómago.
Marsela. Para los bronquios. Se consumen desecadas en el mate o hervidas como infusión.

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Cada vez se encuentran menos plantas

Cuenta Pabla –y debiera servir de advertencia– que cada vez se encuentran menos plantas  en las Sierras.
La mujer se lo adjudica a los incendios, la sequía y el avance sobre el monte nativo, que se aceleró en la provincia en los últimos años.
Asimismo, subraya que hay muchas otras plantas con propiedades que aún están por descubrirse.
Valora la inquietud reciente de la medicina científica por los saberes populares –la consultaron investigadores de la Universidad Nacional de Córdoba para escribir sus libros– y se entusiasma al comentar un próximo encuentro que tendrá con un grupo de médicos que la convocó.
El hecho de que apenas haya completado el cuarto grado de la escuela primaria, en Villa Cañada del Sauce, no le impidió cultivar una actitud de aprendizaje constante y el interés y la curiosidad.
“Nunca se deja de aprender, hay miles de plantas por conocer todavía”, manifiesta Pabla Olsina desde su amable sencillez, en su rinconcito de Calamuchita.

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