27 oct 2014

Ironías: Monsanto, pasiones non sanctas

La Voz del Interior (27/10/2014)
Monsanto, pasiones non sanctas

Se puso en evidencia los peligros que implica integrar el Consejo Superior de la UNC en estos tiempos volátiles.
El ataque químico padecido el miércoles pasado por el decano de Ciencias Agropecuarias, que fue rociado con una dosis de glifosato como si se tratara de una maleza por ambientalistas radicalizados, no sólo fue violatorio de la convenciones internacionales sobre la prohibición del empleo de armas químicas (que datan del Protocolo de Ginebra de 1925), sino que puso en evidencia los peligros que implica integrar el Consejo Superior de la UNC en estos tiempos volátiles.
Los hechos fueron ampliamente difundidos y sobrevinieron cuando individuos encapuchados irrumpieron en la sesión del Consejo Superior armados con diversos objetos y portando jarras de glifosato y bolsas de semillas transgénicas, en reclamo del cese de un discutido convenio entre la Facultad de Agronomía y la multinacional Monsanto (la derogación, no obstante, ya había sido acordada horas antes debido a las presiones existentes).
En principio, que la anulación del acuerdo con la multinacional se hubiera concretado en ausencia de los activistas ensombreció los ánimos de estos últimos, ya que su tardía irrupción había quedado, de esa manera, parcial o totalmente descolocada. “Se suponía que tenían que esperarnos, fue una maniobra artera para hacernos quedar como una organización impuntual y poco efectiva”, se quejó, visiblemente desanimado, uno de los virulentos manifestantes mientras arrojaba restos de glifosato sobre un geranio.
Además, se sorprendió del debate generado en torno al ataque con el poderoso herbicida. “Durante las invasiones inglesas, los porteños les tiraron aceite hirviendo a los invasores y es considerado un hecho heroico. ¿Fritar al enemigo está permitido, pero debatir con glifosato en mano está condenado?”, se preguntó.
De todos modos, el activista aseguró que no bajará los brazos y que continuará con la lucha, participando de la inminente Marcha Nacional Contra el Otoño y el Invierno 2014-2015 (estas estaciones son resistidas por algunos grupos verdes porque despojan de sus hojas a un alto porcentaje de árboles y plantas).
Pero más allá de las apreciaciones de los manifestantes, los especialistas en agresiones químicas consideraron que el ataque contra el decano de Agronomía es un antecedente peligroso, ya que temen que pueda ser imitado por las barras bravas de fútbol, por ejemplo, para rociar a hinchas rivales, árbitros o jugadores de fútbol con peligrosos compuestos.
“Que determinados productos lleguen a estos grupos puede determinar que la situación se salga de madre o se desertifique”, consideran los entendidos. “Si un grupo de barrabravas se decidiera a rociar con ‘agente naranja’ el césped de la cancha de un equipo rival, se marchitarían hasta los arcos”, aseguró una fuente, recordando que el gobierno norteamericano usó agroquímicos que por poco no convierten a Vietnam en un páramo. “Y ni hablar si este producto o el glifosato comienzan a ser utilizados como ingredientes de las jarras locas por los adolescentes o si llegan a las descontroladas despedidas de soltero”, agregó.
Vale recordar que con el llamado ‘agente naranja’ los norteamericanos intentaron acabar con la biodiversidad vietnamita y se convirtieron en la versión moderna de Atila, el temido rey de los hunos, quien hace 1.500 años dijo: “Donde pisa mi caballo, no vuelve a crecer el pasto” (a raíz de esta frase, Atila es reconocido como el padre de la defoliación moderna).
Lo cierto es que con esta irrupción de la modalidad de rociado con agroquímicos en las protestas argentinas, los analistas de conflictos sociales y acciones violentas en espectáculos deportivos sostienen que se debe empezar por promover que distintas organizaciones (gremios combativos, barrabravas, cooperadoras escolares, etcétera) firmen la Convención de Armas Químicas.
Si esto no es posible, proponen que quienes sean potenciales blancos de ataques con agroquímicos sean modificados genéticamente con la misma tecnología que se utiliza para el poroto de soja, para hacerlos resistentes a los efectos de herbicidas como el glifosato. De concretarse esta idea podría haber decanos o jugadores de fútbol transgénicos, que además serían resistentes a los insectos con el consiguiente ahorro veraniego en espirales y pastillas contra los mosquitos.
Como dice el estribillo del himno de los fabricantes de herbicidas: “Hierba mala nunca muere, salvo que le demos masa con glifosato”.

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