22 jun 2014

Alimentos que terminan en la basura



La Voz del Interior (22/06/2014)
Alimentos en buen estado van a la basura

Contenedores repletos de fruta y verdura aún comestible. Bolsas de consorcio repletas de trozos de carne de parrilladas diente libre que desechan clientes demasiado satisfechos. Tortas casi enteras a la basura familiar después del Día del Padre o cualquier otro evento.
La comida que se pierde, desde que se siembra hasta la distribución final, es un mal mundial, del que Córdoba no está ajena. El último informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) indica que en el mundo se tiran 1.300 millones de toneladas por año, un tercio de todos los alimentos producidos para el consumo. Esto ocurre mientras 870 millones de personas padecen hambre a diario en el planeta.
Pese a que no existen datos de la Argentina ni de Córdoba, en particular, se estima que el despilfarro es escandaloso. La red de Bancos de Alimentos de la Argentina –nuclea a 17 bancos en 12 provincias, entre ellas Córdoba– distribuyó el año pasado 8.150.000 kilos de alimentos a 1.670 entidades que beneficiaron a 250 mil personas. “Es una pequeña muestra de lo que se puede recolectar. Es lo que rescatamos antes de que pase a la basura. Se podría recuperar muchísimo más, pero hay quienes prefieren tirar la mercadería a donarla, y hay gente que no sabe que hay bancos de alimentos”, explica Eduardo Andreu, presidente de la Red Argentina de Bancos de Alimentos. En Córdoba esta entidad recupera un promedio de 77 mil kilos de alimentos al mes, lo que equivale a 210 mil platos de comida para unas 18 mil personas.
Las estadísticas internacionales revelan que el 46 por ciento se pierde después de la producción, durante la manipulación, embalaje y distribución de los alimentos. “Es un pecado mortal que seamos un país productor de alimentos y tiremos tanto”, plantea Abreu.

En los mercados
Por día, en el Mercado Norte, en pleno Centro, se tiran verduras, frutas y restos de pollo en contenedores. Luego la gente los rescata de estos. Los vecinos saben la hora en que los puesteros se deshacen de los desechos y concurren a ver si algo sirve.
Mientras, en el Mercado de Abasto, en el kilómetro 7 y medio de la ruta 19, también se tira mercadería, a veces en malas en condiciones y, otras, con posibilidades de ser consumida. Se calcula que se tiran uno o dos cajones de fruta de 20 kilos, por día, por puesto. Cada 30 cajones, uno va a la basura.
“Cuando la mercadería comienza a pasarse se baja el precio hasta 40 por ciento. Si no se vende, se regala, se dona al Banco de Alimentos o se tira. Repasarla (clasificarla) y reembalarla tiene un costo. Dentro de lo que se tira hay cosas que no sirven”, asegura Gustavo Recio, encargado de Frumagic.
El quintero Diego Cavagni asegura que no tira casi nada en invierno, aunque en verano el desperdicio es mayor, ya que los puesteros no tienen cámaras frigoríficas, y por los costos dicen que no conviene alquilar las que ofrece el Mercado.
Por su parte, Marcelo Ruggeri, gerente de la cooperativa Mercoop, administradora del Abasto, subraya: “Cuando un producto está maduro y el verdulero no lo lleva, se dona al Banco de Alimentos. Aunque a veces se tira, más en el verano”. Agrega: “Se baja el precio para sacar la mercadería cuando madura, pero cuando no se puede regalar, alguna termina en el contenedor. Pero es lo menos”.
En este sentido, Andreu, de la Red Nacional de Bancos de Alimentos, opina: “Si ponés una persona a clasificar la mercadería y a volver a embalar el costo es altísimo. Si pensamos sólo en términos económicos conviene tirarla”. “Pero hay alternativas, como los bancos de alimentos”, sostiene.

En los restaurantes
En las carnicerías, la grasa y huesos se venden para jabón o para realizar alimento balanceado. “Nosotros lo damos a un comedor en barrio San Vicente. Todos los sábados les regalamos la grasa y los huesos con carne. Hacen pan con grasa o salsas con los huesos. La carne manchada también la regalo”, cuenta Andrés Elías, carnicero del Mercado Sud.
En los restaurantes, lomiterías y hoteles consultados, el desperdicio no es tan grande. Sin embargo, las parrillas de diente libre o los comedores tipo bufé tiran alimentos que la gente se sirve pero no consume. Se estima que el desperdicio ronda el 20 por ciento.
“Todo lo que va a la tabla es imposible de recuperar. Si no se come, va a la basura. Hay gente que abusa y deja comida de más, pero también hay gente muy respetuosa y pide lo justo”, indica Kelo Damico, de El fogón de los arrieros.
Marisa, dueña de una lomitería en Urca, subraya: “Hacemos minutas y casi no tenemos desperdicios. Crece la costumbre de que la gente se lleve lo que sobra. Los menús que quedan los ponemos en el freezer y luego los come el personal”.
Nicolás Constantini, gerente de alimentos en el Hotel Sheraton, asegura que en la cocina no hay desperdicio. Sin embargo, en los platos finales algo se pierde: el desecho rondaría entre cinco y ocho por ciento.
Franco Baravalle, chef en el restaurante Bosque Douglas de Villa Berna, asegura que tanto en el Mercado de Abasto como en las verdulerías de barrio se tira mucha mercadería apta para el consumo. “Se podrían habilitar contenedores exclusivos para los desechos y se evitaría que se mezcle con basura contaminada, que después recogen los carreros”, opina Franco. Y agrega: “El otro día vi un contenedor con la mayoría de la fruta y la verdura en condiciones, se podrían haber aprovechado. En las verdulería de barrio cuando las naranjas están arrugadas, las tiran porque entra otra mercadería y no hay lugar”, destaca.

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