16 jul 2012

La semana después de la tormenta de sal

La Voz del Interior (16/07/2012)
La semana después de la tormenta de sal

 
Los científicos analizan el fenómeno meteorológico y estudian el impacto en la salud. A pesar de la pronunciada bajante de la laguna, las autoridades de Miramar apuestan al turismo.
Miramar. En la costa, los patos parecen mecerse y el canto de los teros reales tapa el murmullo del agua al tocar la orilla. Resaltan unos pocos bloques blancos y esponjosos que flotan hasta tocar tierra (ver Víctor Hugo, el último pescador de la laguna que hoy es feliz como mozo).
En pocos días, el salitre se confundirá con la arena. Son las 9 de la mañana del último viernes que pasó. Las familias que vacacionan en Miramar quieren aprovechar a pleno un espectacular día de sol (ver Galería de fotos).
Días atrás, la laguna de Mar Chiquita fue noticia nacional porque el fuerte viento norte del sábado 7 provocó la mayor tormenta de sal desde 2008.
Ese año, fueron detectadas por la Administración Nacional del Espacio de los Estados Unidos (Nasa) las primeras nubes de sal. El fenómeno de estos días castigó con más fuerza a la vecina localidad de La Para, pero cubrió una zona de 250 kilómetros que llegaba hasta Bell Ville y Villa María.
Desde la Estación Biológica del Promar, organismo dependiente de la Universidad Nacional de Córdoba con sede en Miramar, se transmitió la preocupación por la profunda bajante registrada en el nivel de la laguna desde 2003, cuando llegó a su cota máxima.
Según el investigador Enrique Bucher, ese año la superficie de la laguna alcanzó las 600 mil hectáreas y hoy cubre unas 450 mil. Las tormentas de sal surgen a partir del aumento de la salinidad del agua, que hoy alcanza 74 gramos por litro.
Es un evento climático nuevo, que antes no se producía porque la laguna era de menor tamaño y la vegetación cubría sus orillas.
Bucher atribuye gran parte de la culpa del descenso de las aguas al manejo de la cuenca Salí-Dulce (Mar Chiquita recibe desde Santiago del Estero los aportes del río Dulce, que nace en las sierras del Aconquija, en Tucumán, y de los ríos Primero y Segundo, de Córdoba). Se asegura que el agua del Dulce es retenida por los santiagueños para un “uso urbano, agrícola y ganadero cada vez mayor”.
Los científicos discuten los alcances del fenómeno y estudian si perjudica la salud. El intendente de Miramar, Adrián Walker (UPC), también tiene lo suyo para decir.
“Lo que sucedió es un fenómeno climático. Se inundaron zonas verdes y quedó superficie salinizada. La falta de lluvia y la baja humedad ambiente hacen que esa superficie se haga volátil cuando sopla un viento norte fuerte. Si ocasionó o no problemas para la salud, habrá que ver, pero acá tenemos pobladores centenarios. No hay estudios, pero es lógico que una tormenta de esa índole pueda ocasionar irritaciones a la vista, a nivel alérgico o respiratorio, como cualquier tormenta de viento y tierra del sur”.
Walker sostiene que la sostenida bajante de la mar Chiquita se asocia a la falta de lluvias que afecta no sólo a la región, sino a la mayor parte del país desde los últimos años. “Se habla mucho de los santiagueños, pero ¿por qué no hablamos de nosotros, de los cordobeses, de nuestros ríos (Primero o ‘Suquía’ y Segundo o ‘Xanaes’)? ¿Acaso los cuidamos como deberíamos?”, se pregunta.
El intendente revela que nadie de la Universidad Nacional de Córdoba ni los intendentes de la zona lo invitaron a discutir el tema de las nubes de sal.
“Estoy convencido de que debemos aunar criterios, pero tenemos un margen muy grande para frenar los presagios de que la laguna se puede secar. Tenemos demasiado margen, no se ha bajado al nivel anterior a la última gran inundación”, dice.
Miramar tiene unos tres mil habitantes. En su época de esplendor llegó a los cuatro mil y después del desastre que arrastró casas y hoteles sólo quedaron 1.200 habitantes.
Julio Escobar, secretario de Turismo, afirma con orgullo que el turismo creció en forma significativa en los últimos años. “En 2007, teníamos 1.100 camas disponibles en verano; en el verano de 2011, llegamos a las 2.100 camas y ese año y en 2012 llegamos a una ocupación del 92,5 por ciento. A eso hay que agregarle los cinco mil lugares que cubren los campings”. “Hemos cambiado el perfil de la ciudad”, interrumpe el intendente. Y admite que las nubes de sal “son un atractivo en sí”.
Turistas contentos. Más allá de la polémica entre científicos y funcionarios, cabe preguntarse: ¿Qué dicen los turistas?
Volvamos al viernes 13, supuestamente de “mal agüero”. Los 30 ó 40 turistas que disfrutan del sol no saben, no les interesa o jamás escucharon hablar de las tormentas de sal.
Son las 11.30 de la mañana. Mientras muchos corretean, posan o suben las escalinatas de madera para observar la infinidad del mar o sacarse fotos, una familia disfruta de una picada en la arena.
René, Alicia y su hijo Erick, de 10 años, parecen estar en otra galaxia. “Es la primera vez que venimos acá; esto es un paraíso, hace dos días que estamos y ayer vimos el espectáculo de la puesta del sol. Hoy no me muevo hasta ver esa maravilla, que es única”, cuenta Alicia, mientras René, el esposo, pincha un quesito de la bandeja.
El matrimonio, que vive en barrio Cabildo de la ciudad de Córdoba, no oculta su asombro porque la ciudad es muy limpia y por la tranquilidad de sus habitantes, ya que no hay inseguridad. “En Córdoba vivimos en la mugre y acá todo brilla”, opina la mujer.
En tanto, René no puede creer que las bicicletas no tengan candado y las motos estén estacionadas con el casco sin ningún tipo de seguro. “Y encima, la gente de acá es muy amable. Anoche salimos a caminar y nos perdimos. Estábamos a seis cuadras del alojamiento y no sabíamos cómo volver; nos indicaron cómo teníamos que hacer y no nos mandaron para otro lado”.
Alicia confiesa que su única frustración fue querer comprar un lote. “Nos gustó tanto el lugar que pensamos en invertir los ahorros, pero los terrenos están muy caros”. Y pensar que después de la inundación que arrasó con gran parte del pueblo, los terrenos prácticamente se regalaban.
Pese a que en la última década el nivel de la mar Chiquita descendió unos cuatro metros y proporcionalmente, pero a la inversa, aumentó la cantidad de sal por litro de agua, esa reserva natural es una de las siete maravillas naturales de la provincia de Córdoba, de acuerdo al concurso organizado años atrás por La Voz del Interior.
“A partir de esa declaración, Miramar empezó a crecer, fue el punto de partida para impulsar el turismo, con el invalorable apoyo de la Secretaría provincial”, reconoce Walker.
No obstante la preocupante bajante del caudal por evaporación, que va de la mano con la sequía por la escasez de lluvias de los últimos años en toda la provincia, navegar por la mar Chiquita tiene su premio.
En la desembocadura del río Segundo los flamencos rosados se cuentan de a miles. Mariana, una guía particular, señala que aunque la bajante de la laguna es muy importante, las aves que viven o migran en distintas épocas del año desde todas partes del mundo, no han resultado afectadas.
“Los de mar Chiquita, como los del mar Muerto en Israel, son los flamencos más rosados del mundo”, explica. Entre la sal que queda estancada –por tratarse de una cuenca endorreica, no tiene salida al mar–, crece la Artemia Franciscana Salinas, crustáceo del tamaño de un piojo, del que se alimentan estas aves y les da el color a partir de los cinco años, cuando ponen huevos.
“Hasta ese momento, son grises”, indica la guía, mientras se pueden ver entre otras aves totalmente blancas, los cisnes jorobados o los de collar negro.
En ese mundo alado al que felizmente el hombre no tiene acceso directo, hay parinas, gallaretas y distintas clases de patos. Entre septiembre y marzo, se multiplica el número de aves. No en vano la mar Chiquita fue elegida como una de las maravillas naturales de Córdoba. “En el país, hay 1.040 variedades, en la provincia hay 440 y en la zona de la laguna son 330 aves de distintas variedades”, resume Mariana.
La otra cara de la moneda. Pero como no todo lo que brilla es oro, si uno se desplaza a poco más de dos kilómetros de la costanera, se encuentra con un paisaje desolador. Las aguas se retiraron y dejaron un cementerio de barro y sal de donde emergen los restos (troncos) de antiguos árboles y de cimientos de las construcciones tapadas por la inundación del siglo pasado, que volvieron a emerger por la bajante de la mar.
A siete kilómetros, donde en 2003 se inauguró un imponente mirador de madera rodeado por las aguas, para observar de cerca y desde las alturas el maravilloso mundo de las aves, el barro lo invadió todo. “En aquella inundación, el agua me llevó 70 hectáreas de campo”, se queja Luis Caffer. El productor agropecuario tiene esperanzas de que la bajante le permita recuperar al menos 20 ó 30 hectáreas de campo.
Mariana describe a la laguna, antes de la bajante, como un plato sopero. Hoy sería como un plato playo.
Mientras los científicos discuten, los políticos se preocupan por la difusión de malas noticias y los turistas, ajenos a todas esas controversias, disfrutan de una puesta de sol única en el país, habría que coincidir con la guía, que además es especialista en aves.
Quizá por eso no podía dejar de aludir a la historia del Fénix, ave mitológica que vivía en los desiertos de Arabia y a la que sólo podía matar el fuego. Antes de morir, el ave depositaba un huevo y, al nacer, el pajarito se llevaba las cenizas de la madre. De allí el dicho: “Es como el ave Fénix, que resurgió de las cenizas”.
Para Mariana, Miramar, la única ciudad costera a la mar Chiquita, “es como el ave Fénix, pero resurgió de las aguas”.

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