30 may 2012

Barrio Ituzaingó, Cáncer y ambiente

La Voz del Interior (30/05/2012)
Cáncer y ambiente

Por Medardo Ávila Vázquez (Red de Médicos de Pueblos Fumigados)

Barrio Ituzaingó, como reflejo de esta realidad, presenta más de 170 enfermos oncológicos (sobre cinco mil habitantes) y allí, en los últimos 10 años, el 33,3 por ciento de los vecinos murió por cáncer.
Los cambios demográficos que enfrenta nuestra civilización generan nuevos desafíos para la medicina y la sociedad. Hoy, en Argentina, como también en países como Estados Unidos, cada vez son más las personas que viven “con” cáncer y se estima que un 20 por ciento de los muertos han fallecido por esta enfermedad.
Debido a los avances en biología molecular, ahora sabemos que el cáncer se desarrolla a partir de una compleja red multifactorial de causas. Dieta, estilo de vida, agentes virales, genética y exposición laboral y ambiental son factores que pueden contribuir en diversas etapas a la iniciación o progresión de un tumor.
Las células de nuestro organismo sufren un daño en el ADN nuclear y generan una mutación genética, mutación que no puede ser eliminada por ninguno de los múltiples mecanismos de control biológico que poseemos. Pueden estas células anómalas, en algún momento, escapar a los sistemas de restricción de crecimiento y así comenzar a invadirnos.
Hoy sabemos cómo actúan los agentes cancerígenos, los cocancerígenos y los promotores de tumores. Paralelamente, avanzaron también las técnicas de tratamiento, que permiten mayor sobrevida.
Sustancias peligrosas. La Agencia Internacional de Investigación del Cáncer (Iarc) viene identificando sustancias cancerígenas y confirmo como tales 107 químicos. Más de 300 figuran con distinto grado de sospecha, entre ellos muchos agrotóxicos como el 2,4D, Atrazina, Mirex, Clordano y DDT. También sabemos que existe una susceptibilidad aumentada en niños y embarazadas, y en algunas personas en particular por su carga hereditaria.
Los expertos alertan sobre los sistemas productivos actuales, en los que la población tiene mayores niveles de exposición a sustancias tóxicas que contaminan el hábitat.
Pero respecto al cáncer, crece la polémica entre los que propician poner todo el esfuerzo en desarrollar diagnósticos y tratamientos oncológicos, con el obvio apoyo de las grandes empresas de fármacos (en 10 años, los costos de medicamentos oncológicos aumentaron mil por ciento en Estados Unidos) y los que reclaman la necesidad de combatir las causas del cáncer para prevenir y que disminuya la cantidad de enfermos, utilizando el conocimiento que ya se tiene.
La Iarc reconoce que el ambiente genera el 20 por ciento de los cánceres (estimación muy conservadora para muchos científicos) y la experiencia mundial demuestra cómo disminuyeron cánceres vinculados a sustancias como aminas aromáticas, humo de tabaco y amianto, por ejemplo. Pero cada año, más de siete millones de personas, la mayoría de los países en desarrollo, mueren de cáncer, y la proporción sigue aumentando.
Falta de acción política. Investigadores de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard denuncian que fracasamos en actuar con la información que tenemos, que se siguen utilizando sustancias que generan cáncer y que las autoridades políticas no actúan, por el enorme peso de los intereses económicos en juego (Cristiani, 2012; Clapp, 2008).
La situación en Argentina es aún más grave cuando corroboramos que los pueblos fumigados, que albergan a 12 millones de personas, reciben una carga de venenos potencialmente cancerígenos que aumenta cada año, por las limitaciones del sistema de agricultura tóxica imperante (plantas e insectos desarrollan resistencias y adaptaciones y se necesita aumentar la dosis y potencia de los venenos para mantener los cultivos).
No deja de sorprendernos la emergencia de numerosos casos de cáncer en poblaciones donde, antes del año 2000, estos eran muy raros. Barrio Ituzaingó, en el sudeste de la ciudad de Córdoba, como reflejo de esta realidad, presenta más de 170 enfermos oncológicos (sobre cinco mil habitantes) y allí, en los últimos 10 años, el 33,3 por ciento de los vecinos murió por cáncer, mientras que en toda la ciudad ese porcentaje no llega al 20 por ciento.
A lo largo y a lo ancho del país sojero, encontramos realidades similares, empresarios, trabajadores y vecinos enfermos por igual ante el impacto de los agrotóxicos, pero el sistema de inequidad en que vivimos nos muestra también la desi­gualdad ambiental: los pobres del campo, sus mujeres y niños, los originarios y los campesinos ancestrales son los que más enfermos y muertos cuentan en esta historia.
Son destacables los avances en diagnóstico y tratamiento, pero no podemos aceptar la falta de decisión política respecto a la necesaria prevención que se debe desarrollar combatiendo las causas ambientales del cáncer y aplicando el principio precautorio de nuestra legislación para preservar el derecho a la salud de la población.

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