20 ene 2012

La plaga de loritos

Día a Día (20/01/2012)
La plaga de loritos ¡saca canas verdes!



Las catitas que hace tiempo hacen estragos en la zona rural de la provincia ya anidan y se multiplican en árboles de la ciudad.
En Córdoba, el tradicional piar de los gorriones ya casi ni se oye. Y no precisamente porque no haya árboles en Córdoba o porque ese tipo de aves estén en extinción. Simplemente no se escuchan porque hacen mucho más “barullo” los “loros verde” o mal llamados “catitas”, flamantes vecinas de los árboles capitalinos, que amenazan con destronar del trono de las plagas urbanas a las palomas.
De hecho basta prestar un poco de atención para verlas (y oírlas) entre los follajes verdes de casi toda la ciudad: se los ve en los plátanos de los barrios más tradicionales, como General Paz o San Vicente y en los pinos o eucaliptus del sur de la ciudad (como en la zona de la Quinta de Nores). También sobrevuelan las arboledas de atrás de Nueva Terminal, en la zona del Parque Sarmiento y Ciudad Universitaria, donde las ramas “desbordan” de esos plumíferos.
“Al ritmo que lo hacen seguro se van a seguir reproduciendo: y es que, en la ciudad no se pueden matar, ya que las aves urbanas están protegidas por la ley Sarmiento”, explica César Sagripanti, de la firma Sol Control de Plagas.
De dónde vienen. En la zonas rurales de Argentina, la cotorra es una vieja conocida. Hace años sus coloridas plumas y sus alaridos estridentes no son considerados “simpáticos” por los agricultores, que la catalogan una plaga que acecha sus cultivos.
En los últimos tiempos, su presencia se intensificó. De hecho, hace algo más de tres años comenzó a afectar con más severidad los campos sobre todo del noreste cordobés, aún más en las épocas de cosecha de grano grueso.
“Hoy sigue siendo un problema no sólo para esa región sino también en el cinturón verde más próximo a la ciudad”, dice Agustín Pizzichini, de la Federación Agraria Córdoba. El dato es reconocido también por fuentes del Ministerio de Agricultura de la provincia, al indicar que los campos con sorgo o maíz son los principales afectados en la zona rural. En el cinturón verde los árboles frutales son diezmados por estas aves.
Los que saben dicen que la llegada de la plaga a la zona del cinturón verde y la ciudad se da –en parte– por los efectos del desmonte para la expansión de la superficie sembrada.
“En la zona de Colonia Caroya, por ejemplo, las cotorras son hoy un problema: a los frutales capaz que te los liquidan”, asegura Daniel Borguetti, uno de los productores afectados por las plagas, que integra además un equipo de trabajo abocado a combatirla, como la otra plaga temida: la de palomas.
“Como todo lo que se siembra acá va directo al mercado no se puede fumigar ni tratar con químicos: la única alternativa para deshacernos del animal es espantarlo”, reconoce Borguetti, que tiene un campo en la zona norte de la provincia.
¿Riesgo sanitario? Más allá de lo irritantes que pueden resultar sus vocalizaciones, la superpoblación de loros podría acarrear males mayores.
La principal preocupación es sin dudas sanitaria. “Como otros pájaros, podrían ser focos transmisores de parásitos, ita e incluso psitacosis”, razona Sagripanti.
Pero hay más: por el gran volumen y peso de sus nidos, el riesgo que “uno de estos hogares” se desprenda y caiga en zonas de mucho tránsito suponer un peligro para quienes circulan por el sector.
El dato no es antojadizo: surge de lo ocurrido en ciudades de España, Chile y Uruguay donde la “cotorra argentina” es una plaga combatida desde hace mucho tiempo por las autoridades, pero con poco éxito.
En esos lugares, las cotorritas llegaron como “animales exóticos” y muy pronto afectaron la biodiversidad urbana, alimentandosé de follajes y ahuyentando otras especies autóctonas.
Los reportes que vienen desde esos sitios hacen pensar que las autoridades de Córdoba aún están a tiempo de prevenir que esta plaga se propague. Ojalá tomen cartas en el asunto; o sea, que tomen al “loro por las astas”
Los trucos para "hacerlos volar". Como no se pueden eliminar, para combatir a este tipo de aves las empresas de controles de plagas apuntan a “espantarlas”. Las estrategias incluyen desde redes, hasta la destrucción sistemática de sus nidos para evitar que se “acomoden” en un lugar.
En algunos lugares también se los aleja instalando equipos de ultrasonido que emiten insoportables chillidos en frecuencias que los humanos ni registran pero las aves no soportan. “El sistema se utilizó algún tiempo en la peatonal de nuestra ciudad para ahuyentar palomas pero no prosperó: a la larga las aves se acostumbran”, indica César Sagripanti.

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