12 feb 2010

¿De la intrascendencia al desastre?

La Mañana de Córdoba (12/02/2010)
¿De la intrascendencia al desastre?

Siempre hemos sido muy cautelosos a la hora de opinar sobre cuán imprescindible es una Secretaría de Ambiente dentro de una Municipalidad como la de Córdoba. Y no precisamente porque el tema ambiental no sea importante en una ciudad moderna (de hecho, todo lo contrario), sino porque los temas ambientales en serio se encuentran dentro de esferas de decisión mucho más prácticas que en departamentos especializados en indagar sobre ecosistemas urbanos y otras sofisticaciones.
Quizá los temas que más conciernen al ambiente urbano lo sean el manejo de residuos y la ampliación / mantenimiento de las redes cloacales, por ejemplo. Plantar árboles al estilo Martí siempre será una buena cosa, pero accesoria a aquellas variables principales. Una ciudad sin una política de manejo de residuos y sin estrategias de cloacas será siempre un lugar difícil para vivir, más allá de cuantos árboles tenga en su inventario.
Sin embargo, toda administración políticamente correcta debe contar con una Secretaría de Ambiente. No vale la pena resistirse a ello, pese a que, en los hechos, ésta termine siendo una repartición sin presupuesto y con clara vocación teorética. Si un intendente osara en proclamar que su “única” política ambiental sería tener a raya la problemática de la basura, las cloacas y el mantenimiento de los espacios verdes, sufriría duras reconversiones del ambientalismo militante por su insuficiente convicción ecológica. En esto, las apariencias valen más que los hechos concretos.
La gestión de Daniel Giacomino no es la excepción. Tiene, como corresponde, una Secretaría de Medio Ambiente con sus clásicas y difusas responsabilidades funcionales, pero el manejo de la basura lo tiene Crese y la operación de la red cloacal se encuentra dentro de la Secretaría de Obras y Servicios Públicos, al igual que el área de Parques y Paseos. Es decir que Ambiente no maneja prácticamente nada de importancia, excepto por un detalle: es la responsable de encontrar una solución al candente tema del basural de Bouwer.
La historia es conocida. Los vecinos de Bouwer se levantaron en armas hartos que toneladas de basura del área metropolitana se volcaran a pocos metros de sus viviendas. La pueblada tuvo lugar en el verano de 2009 y generó la promesa de Giacomino que el 1° de Abril de 2010 el predio de enterramiento sanitario sería mudado. El anuncio produjo una distensión, pero el problema quedó latente. Hoy, a 10 meses de aquél compromiso, poco se ha hecho. Ni siquiera parece estar claro a donde se mudará el basural. En los últimos días, los vecinos de Lozada (una de las localizaciones en estudio) también hicieron saber su oposición a cualquier posibilidad de traslado a sus pagos. En el actual escenario de opinión pública, esto es un veto. La realidad es que, probablemente a partir de abril, los residuos de toda la ciudad no tengan a dónde ir, convertidos en una suerte de peregrinos forzosos y en descomposición por calles y avenidas de la ciudad. Fernando Cámara, el secretario de Ambiente del municipio, es quien tiene en sus manos evitar que esto suceda.
Lamentablemente para él y el intendente, el asunto está verde, coherentemente con la misión ecológica del secretario. La licitación del nuevo reciclado y enterramiento (que promete ser millonaria y tecnológicamente de punta) todavía no ha visto la luz y, aunque mañana se conociera a su ganador, el predio para su instalación todavía es un misterio. Lo sorprendente es que Cámara confía en que, dialogando mucho, apaciguará los exaltados ánimos de ambientalistas y vecinos, quienes han visto desvanecerse prácticamente un año sin avances concretos. Ignora que el tema ambiental genera, aún en sociedades avanzadas, temores atávicos y que éstos rozan casi la experiencia religiosa. Es por ello que generalmente se verifica una fuerte intransigencia en las personas que se sienten amenazadas por un Chernóbil ecológico (real o ficticio), y que los argumentos racionales sirven de poco para apaciguar los ánimos u obtener dispensas tácticas. En tal contexto, pretender que se acepte el horizonte de finales de 2010 para cerrar el enterramiento de Bouwer suena un tanto quimérico. El lunes pasado pudo comprobarlo en persona.
Es evidente que el secretario Cámara no tiene estrategia alguna y que ha dejado escapar un tiempo invalorable. En casi un año no hay ni licitación ni predio que mostrar, a pesar de haber podido dedicarse casi en forma exclusiva a este tema trascendente. Es evidente que no lo hizo, haciendo del tema medioambiental una abstracción académica o, más procazmente, una pérdida de tiempo. La mala noticia es que la falta de resolución del problema sólo traerá daños (y de los graves) al intendente quien, por estas horas, debe sentir la angustia de quien le sube el agua - o, con mayor precisión, la basura - al cuello. Son demasiados los cabos sueltos como para augurar un final feliz a este asunto.

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