15 may 2009

El valor de los servicios ambientales

La Voz del Interior (15/05/2009)
El valor de los servicios ambientales

En nuestra provincia pareciera que quienes deben administrar y manejar nuestros bosques nativos no han tomado nota de este detalle que implica conservar ya no los bosques en sí, y toda la biodiversidad que estos mantiene, sino también las funciones que brindan. Por Fernando Barri y Natalia de Luca.
Así como nos proveemos de bienes y servicios para nuestra vida cotidiana (luz, gas, transporte, salud, educación, etcétera), existen otros servicios que, por no tener que pagarlos o consumirlos directamente, pasan inadvertidos. Los servicios ambientales o ecosistémicos son aquellos que, como bien lo indica su nombre, nos brinda la naturaleza y no pueden ser reemplazados. Por ejemplo, un servicio ambiental esencial para nuestro desarrollo es la captación y regulación del ciclo del agua; este se produce en las cuencas hídricas de nuestra provincia, cuya zona más importante de recarga son las sierras y pie de sierras. En este caso particular, para que se pueda mantener una buena provisión de agua en calidad y cantidad, el sistema que lo provee, la cuenca, debe mantenerse en buen estado. Ello implica que el bosque serrano, que conforma un elemento central de la dinámica de la cuenca, sea preservado.
Si tenemos en cuenta que del bosque serrano original de nuestra provincia sólo queda un cinco por ciento, entonces podemos comprender la magnitud del problema que implica perder este servicio ambiental, y el riesgo que corre la provisión de agua para más de tres millones de habitantes (hecho que en realidad ya comienza a sentirse en numerosas localidades de zonas serranas).
La importancia de preservar, e incluso recuperar bosques nativos para no perder servicios ambientales, es tan significativa para las sociedades modernas que ciudades como Nueva York decidieron hace ya mucho tiempo administrar y proteger las tierras de la cuenca que proveen de agua a la ciudad, a través de los ríos que desembocan en ella. Tal es el beneficio de la medida tomada en esa ciudad de Estados Unidos que sus habitantes se aseguran un agua de buena calidad y cantidad, reduciendo en un 50 por ciento los costos de potabilización. Lo mismo ocurre en Sudáfrica y la tendencia está creciendo también en países en vías de desarrollo. Es evidente que la ecuación costo/beneficio hace que los gobiernos actuales comprendan que “se gana plata y se evitan serios problemas” si se preservan los ecosistemas que nos brindan tales servicios ambientales. Cabe entonces preguntarnos: ¿por qué aquí no se hace lo mismo? ¿será que quienes se niegan a realizar un ordenamiento territorial, y manejo sustentable de nuestros bosques nativos, creen que cuando se acabe el agua podrán inventar una máquina que la produzca en la misma cantidad y calidad que lo hacen nuestras cuencas?
Asimismo, cuando se altera el sistema que provee un servicio ambiental no sólo se pierde la posibilidad de seguir contando con el mismo, sino que además se deben cubrir los costos por las consecuencias que su destrucción puede acarrear.
El caso de las alteraciones sufridas en la cuenca del río Tartagal nos ha demostrado lo trágicas y costosas que éstas pueden ser. Si ello no convence, tal vez haya que remarcar a los funcionarios y legisladores que deben tomar tan importantes decisiones, que se calcula que países como el nuestro en un futuro no muy lejano deberán invertir cerca de un 25 por ciento de su PIB en revertir las consecuencias ambientales de la sobreexplotación de sus recursos naturales, y las externalidades producidas por la pérdida de los servicios ambientales.
La gravedad que implica la pérdida de los servicios ambientales, sin los cuales no podríamos vivir, es de tal magnitud que en muchas regiones del mundo ya se están aplicando técnicas de restauración ecológica, con las cuales se busca recuperar la funcionalidad perdida por los ecosistemas, aunque cabe aclarar que estos son procesos muy costosos y de largo plazo, por lo que siempre es mejor no destruir para no tener que reparar.
Pero no sólo de provisión de agua se trata cuando hablamos de la importancia de preservar nuestros bosques nativos. En los últimos meses, a partir del trabajo que vienen realizando diversas instituciones, organizaciones y comunidades en el proceso participativo de la elaboración de una ley provincial de protección de los bosques nativos, se ha escuchado el argumento de que “preservar los bosques va en detrimento de la producción de nuestra provincia”.
Falsa dicotomía. Pero la noción de “agricultura vs bosque”, probablemente motivada por oscuros intereses personales, es falsa. Para que haya producción en el campo, llámese soja, maíz, trigo, etcétera, deben haber bosque, la preservación de los bosques nativos no sólo no va en contra de la producción agrícola-ganadera, sino que por el contrario la beneficia, ya que al perderse los bosques se pierden los servicios ambientales que evitan inundaciones en algunas regiones y sequías en otras, avance de médanos en el sur y desertificación en el norte, por dar sólo unos ejemplos.
Los bosques nativos contribuyen además en la regulación climática y ayudan a mitigar el efecto del calentamiento global, que ya se siente con fuerza en nuestra región y provocará, si no se revierte la actual tendencia, situaciones catastróficas en pocas décadas. Todas estas afirmaciones están basadas en la acumulación de numerosas y serias investigaciones a nivel mundial y local, pero de hecho, todo esto es evidente en el día a día fundamentalmente para la gente del campo, para quienes, como bien surgió de los talleres regionales, es primordial mantener y recuperar los bosque nativos, de manera de no sufrir las consecuencias económicas y sociales que el desequilibrio ambiental trae aparejado por su desaparición.
Los bosques nos brindan también leña, semillas, frutas, miel, plantas medicinales y un sinnúmero de recursos que, manejados racionalmente, nos pueden brindar muchos beneficios. Mantener preservados los bosques nativos también contribuye al equilibrio entre especies silvestres, colaborando a su vez mediante el control biológico de plagas a la mitigación de epidemias. Otro servicio ambiental indirecto está relacionado al turismo, la llamada “industria sin chimeneas”, ya que cuando se hace referencia al turismo en nuestra provincia se piensa en “las sierras de Córdoba”.
¿Que pasará cuando los pocos, pero aún existentes, bosques serranos dejen de formar parte de ese paisaje que tanto nos gusta y regocija? ¿seguirán viniendo los turistas a Córdoba? Seguramente se estarán poniendo en riesgo los ingresos cercanos a los 3.900 millones de pesos anuales aportados por el turismo, y el desarrollo futuro de numerosas economías regionales. Cabe preguntarse si los municipios, empresarios, trabajadores, y demás personas vinculadas al turismo en nuestra provincia, son conscientes que su futuro económico pueda verse en peligro por la falta de medidas de control y protección de nuestros bosques y ríos.
Y sin embargo, en nuestra provincia pareciera que quienes deben administrar y manejar nuestros bosques nativos no han tomado nota de este detalle que implica conservar ya no los bosques en sí, y toda la biodiversidad que éstos mantienen, sino también las funciones que brindan. Pareciera que mantienen la idea de que los bosques son sólo un grupo de árboles de verdes colores... S i es así, nos perjudican terriblemente por su ignorancia, y si no es así y son conscientes de la crítica situación ambiental que atravesamos, mayor es su culpa, por las consecuencias que sufriremos por perder nuestros servicios ambientales.
En uno u otro caso, de no actuar como corresponde en el ordenamiento territorial de nuestros bosques nativos, en base a los criterios y proyectos surgidos del debate de la sociedad, deberán pagar, en un futuro no muy lejano, por el daño que, por acción y omisión, han de provocarnos.

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