7 feb 2009

La cultura del sacrificio en Villa María

El Diario de Villa María (07/02/2009)
La cultura del sacrificio

Tres años pasaron ya desde el 7 de febrero de 2006, cuando un grupo de trabajadores de la ex Corbam tomó las riendas de su propio destino. Silvia Durán, Mónica Corso y Estela Lazzos hablaron con EL DIARIO de aquellos tiempos, de la crisis y del futuro

“Fue muy duro y hoy sigue siendo muy duro.”
La frase se instaló en la mesa de nuestra Redacción. Con sabor a sacrificio, con el color del esfuerzo, con la forma de las noches sin dormir por la incertidumbre.
Fue muy duro, dicen las mujeres que pusieron y siguen poniendo el pecho al trabajo.
Silvia Marcela Durán, Mónica Corso y Estela Lazzos dialogaron con EL DIARIO, en la víspera del tercer aniversario de la Cooperativa 7 de Febrero encargada del reciclado de residuos en la ciudad.
Fue inevitable pasar las hojas del calendario y recuperar una fecha clave: 7 de febrero de 2006.
“Estábamos desesperados, con mucha incertidumbre. Nos hablaban de la cooperativa pero éramos nuevos y no sabíamos bien de qué se trataba...”
Cuarenta y ocho personas emprendieron el sorpresivo camino de la Economía Social, con el empuje de la Municipalidad. Con temor y con expectativa.
“Pasar de empleados a dueños no fue fácil y todavía no es fácil”. Silvia dejó el concepto, sonrió, sus compañeras movieron la cabeza acompañando sus palabras y tal vez recordando los momentos vividos.
“Teníamos expectativas, conocíamos bien el trabajo que hacíamos, pero no sabíamos cómo nos iba a ir...”
En poco tiempo, la mayoría buscó otros rumbos con mejores ingresos y diez familias se quedaron a pelearle a la adversidad, a los temores. Se quedaron transitando el camino de la cultura del sacrificio.
Hubo que elegir un presidente, en aquel 7 de febrero, y casi todas las manos se levantaron para avalar a una mujer: Silvia Durán.

“Fue una gran responsabilidad”
“Fue una presión muy grande. Era una gran responsabilidad y no sabía si iba a poder. No sé por qué me eligieron, yo no era muy sociable, era la más seria y la que menos amigos tenía”. Silvia, con una sonrisa, remató: “Me ayudó mucho ser presidente, cambié y de ser alguien muy callado hoy me relaciono bien”.
Hoy, doce familias viven de la cooperativa. Ocho mujeres y cuatro hombres integran el plantel de asociados que día a día pasan horas separando la basura. Ganándose el pan con esfuerzo, con dignidad.
“Hoy con la situación que estamos viviendo en el mundo y en el país está muy duro para el reciclado. El año pasado fue crítico, no podíamos vender. Pero, seguimos adelante.”
La mayoría de las familias deben afrontar un alquiler y hacen milagros para llevar el pan a su mesa.
“Apostamos al trabajo, al esfuerzo, al sacrificio pero a veces...se nos agotan las ideas.”
Las chicas sonrieron. Están convencidas de que deben seguir adelante y piensan en nuevas alternativas.
“Tenemos proyectos para el futuro, estamos hablando con posibles inversores, hay personas que quieren apostar a nuestro proyecto”, comentaron.

Un fuerte compromiso
Al tomar las riendas de la cooperativa, los trabajadores asumieron un fuerte compromiso. El cuidado del medio ambiente y la inserción laboral fueron sus banderas, las convicciones que les permitieron recorrer el camino. Esas convicciones siguen latentes.
La esperanza también. Piensan en mejorar todo lo relacionado con Higiene y Seguridad, en no fallarle a los que confiaron en ellos.
Piensan en el futuro y en continuar en esta cultura que ya los identifica: el trabajo.

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