29 jun 2008

Sierras Chicas, enormes carencias

La Voz del Interior (29/06/2008)
Sierras Chicas, enormes carencias

Como si no conociera el resultado de los censos, el Estado ignoró por completo el crecimiento de la región noroeste del Gran Córdoba. La zona que más habitantes sumó en las últimas dos décadas carece de gas, le falta agua potable y no tiene electricidad cuando más la necesita.
Si hace frío, se quedan sin luz. Cuando las lluvias se demoran o hace mucho calor, les falta el agua. Los gasoductos se anuncian, pero el gas natural no llega nunca. Y conseguir banco en una escuela es tan difícil como hallar atención hospitalaria.
Los habitantes de esa extensión de Córdoba en las montañas que se llama Sierras Chicas pasaron una semana de apagones, velas siempre listas y rabia creciente. Las explicaciones que recibieron esta vez de parte de la Empresa Provincial de Energía (Epec) fueron las mismas que escuchan en los últimos años, sea cual fuere el servicio que falle: crecimiento explosivo, boom inmobiliario, consumo desbocado, no hay capacidad para tanta demanda.
La empresa de energía pareció sorprendida por el hecho de que miles de personas que no tienen gas natural –y que en muchos casos tampoco conseguían garrafas– optaran por calentarse con estufas eléctricas. Si las carencias en Sierras Chicas son muchas, la más notable de todas es la falta total de planificación.
Parece que el propio Estado no leyó los resultados de los últimos tres censos, porque hace más de dos décadas que el área que rodea a la ciudad de Córdoba registra las mayores tasas de crecimiento demográfico de la Provincia. Los números también señalan que desde hace al menos 15 años la tendencia se acentúa aún más hacia el noroeste, esa región donde el paisaje se vuelve irresistible y el bajo valor de la tierra seduce en masa a capitalinos que tienen la posibilidad de pensar en una casa propia y una vida mejor.
A fin de agosto próximo, un censo provincial le pondrá cifras ciertas a las estimaciones que indican que hoy viven más de 100 mil personas en el área que incluye a Saldán, Villa Allende, Mendiolaza, Unquillo, Río Ceballos, Salsipuedes, Agua de Oro y La Granja. Hace 20 años, eran la cuarta parte. Muchos de los servicios básicos que debe garantizar el Estado siguen como entonces.
Tal vez el símbolo máximo de la situación sea el barrio El Talar de Mendiolaza. Hay centenares de frentistas que compraron tierras que el municipio autorizó a lotear, construyeron sus casas y viven hace una década sin una red de agua potable. Pero cientos de familias de Salsipuedes estuvieron sin una gota hace pocos meses y en grandes áreas de Villa Allende los cortes del suministro son tan característicos del verano como los mosquitos.
Después de varias emergencias hídricas generales y de bajantes históricas del dique La Quebrada, de Río Ceballos, la Provincia tomó la decisión de llevar agua desde el dique San Roque para abastecer a un sector importante de Sierras Chicas que hoy no logra la provisión si no apela a perforaciones.
Los pozos de agua fueron vitales para que la situación no fuera más grave en los dos últimos años, pero muchos tienen corta vida, porque la región también carece de redes sanitarias. El sistema que más se usa es el de sangrías: bacterias que escurren y se filtran entre las piedras de las montañas.
A nivel de atención de la salud, los habitantes de Sierras Chicas hoy no pueden aspirar más que a atención primaria. Fue tal el estado de movilización de los propios vecinos que la Provincia aceptó dar marcha atrás en una de las más desacertadas decisiones del ex gobernador Ramón Mestre y hace muy poco inició el proceso que hará que el dispensario de Unquillo vuelva a parecerse a un hospital. Pasó una década desde que recorriera el camino inverso.
Los intendentes que gobiernan las localidades de Sierras Chicas se cansaron de pedir más coparticipación. Repiten con razón que se les multiplican los habitantes y que no tienen forma de atenderlos, porque la Provincia les sigue pagando por la misma población que en 2001.
Pero, en paralelo, muchos de ellos autorizan nuevas urbanizaciones a sabiendas de que nunca podrán llevar servicios a esos habitantes: abren kilómetros y kilómetros de calles de tierra que no podrán mantener, ni iluminar, ni servir con recolección de basura. Ninguno se niega si se trata de un nuevo country o barrio cerrado; después se verá de dónde salen los servicios.
La mejor noticia que recibió la región en mucho tiempo fue la creación del Instituto de Planificación Metropolitana. Su objetivo inmediato es detener el proceso de expansión demencial y fijar un ordenamiento regional que incluya transporte masivo, nuevos acceso viales y prestación conjunta de servicios. Menuda tarea en Sierras Chicas, donde antes de pensar en el futuro habrá que proveer todo lo elemental que se negó en las últimas dos décadas.

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