12 ago 2007

Río 3º que hacer y casos

La Voz del Interior (12/08/2007)
Qué debe hacer la población ante un escape químico

Debieron pasar varios incidentes graves en el polo fabril químico que generaron alarma para que los riotercerenses empezaran a reclamar a viva voz conocer qué deberían hacer para asegurar su integridad en caso de un escape de gases con riesgos para la zona urbana. Desde que hace más de una década el municipio, las empresas químicas y Bomberos empezaron a hablar del Plan Apell, diseñado por Naciones Unidas para actuar ante emergencias, se dieron algunos pasos para instrumentarlo en Río Tercero. Pero los últimos hechos demostraron que ese plan no funcionó en la práctica, por dos razones básicas: falló (o tardó demasiado, que es lo mismo) el sistema de comunicación de la emergencia y la mayoría de la población no tenía asumido y aprendido qué era adecuado hacer. Ante el temor, por intuición, el lunes pasado muchos se autoevacuaron. Pero en caso de escapes químicos esa acción sería la menos recomendable.
La tarea oficial en la última década por hacer aprender qué hacer fue insuficiente, pero de la mano corrió -y como comunidad debiera asumirse- el desinterés social y hasta la negación del riesgo. Es como que la gran mayoría pensó que como nunca había ocurrido en la ciudad un accidente químico grave, no habría por qué esperarlo. Hoy, en cambio, la sociedad riotercerense percibe ese riesgo y reclama saber lo que antes no reclamaba.
Los últimos episodios parecen haber marcado una bisagra en este sentido. El tiempo dirá si se abrió la puerta a un mayor compromiso de las autoridades para avanzar de una vez en esta concientización, y a la vez, a un mayor compromiso de la sociedad por asumir que es mejor hablar de los riesgos existentes que negarlos.
En este marco, este diario resume los consejos, a modo de manual de acción, que se sugieren a la población en caso de un escape químico grave. Hasta ahora, en décadas, no hubo ninguno que justificara un operativo de emergencia en la zona urbana. Pero ahora la ciudad empieza a reconocer que aunque improbable, puede ocurrir, y debe estar preparada.
A continuación, las recomendaciones básicas que surgen de los stickers que años atrás distribuyó el municipio, las que figuran en otros folletos que repartió Bomberos Voluntarios y finalmente los que consigna un plan que el grupo ambientalista cordobés Funam sugirió aplicar al municipio en 1996.
Se verá que los tres son coincidentes sobre las recomendaciones centrales. Aquí, un resumen.
El municipal. El sticker, del tamaño de una hoja de cuaderno, distribuido años atrás (en los últimos días se repitió alguna distribución) explicita, para el caso de un escape químico las siguientes consignas:

1) Protéjase, encerrándose.
2) Cierre y selle puertas, ventanas, persianas y ventilaciones al exterior. Prevea cintas para sellar mejor y linternas, por si hay cortes de energía.
3) Escuche Radio LV26, que dará información oficial sobre la situación y qué corresponde hacer. Prevea una radio a pilas.
4) Si puede, encienda un ventilador mientras se mantenga encerrado. No fume.
5) No busque a los niños en la escuela. La escuela se encargará de sus seguridad (con su propia protección bajo cubierta).
6) No utilice el teléfono si no es imprescindible. Hará caer el sistema.
7) No encienda fuego ni prenda velas o faroles a gas.

El de Bomberos

Bomberos distribuyó un pequeño “manual de autoprotección” tiempo atrás. En el rubro “qué hacer ante un escape tóxico”, recomendaba:

1) Mantenga la calma y realice protección bajo cubierta: cierre completamente puertas y ventanas del lugar en que esté, y con cintas todas las hendijas, para asegurar hermeticidad del ambiente. Si tiene ventiladores, enciéndalos para mantener el aire fresco y generará una presión positiva en el interior de la habitación, no permitiendo el ingreso de gases tóxicos.
2) Sintonice la radio local. Defensa Civil y Bomberos utilizarán este medio para comunicar novedades y dar instrucciones. No abra puertas ni ventanas hasta que se indique esa orden.
3) Si tiene hijos en colegios, no vaya a buscarlos. El personal docente está capacitado para llevar a cabo el plan de emergencia. Ir a buscar a los hijos a la escuela, entorpecerá la implementación del plan de contingencia.
4) En caso de evacuación, Bomberos y Defensa Civil comunicarán la orden, la cual podrá realizarse por medio propios (autoevacuación) o medios especiales, según se disponga.

El Plan “Q”.

El grupo ambientalista Funam sugirió en 1996 un plan para actuar ante emergencias, basado en uno aplicado en la ciudad industrial de Lyon (Francia). Para funcionar correctamente requeriría además la creación de un centro de monitoreo permanente sobre las industrias químicas y un sistema de alarmas sonoras para la comunidad. En cuanto a consignas para los vecinos, sugiere una “cartilla”, a modo de manual, sólo aplicable si las sirenas están instaladas.

1) Si la sirena suena, actúe de inmediato. Si la señal es intermitente, ocurrió un accidente o fuga menor. Si la señal es modulada (sube y baja) ocurrió un accidente industrial grave. En ambos casos enciérrese de inmediato.
2) Si se encuentra en su casa, trabajo o en otro sitio, quédese donde está y enciérrese en la habitación más aislada. No tome su auto porque correría también riesgos y entorpecería la circulación de los vehículos de auxilio. Si se encuentra fuera o al aire libre, entre al edificio más próximo respirando a través de un pañuelo o trapo húmedo. Si se queda afuera estaría más expuesto a los riesgos. Si está en su vehículo, estaciónese y entre al edificio más próximo.
3) Cierre todo. Un ambiente cerrado disminuye la eventual penetración de gases tóxicos. Refúgiese en las habitaciones más aisladas del aire exterior. Cierre todas las aberturas, rendijas y caños de ventilación. Para cerrarlos utilice trapos mojados, papel de diario, cintas adhesivas u otros materiales. Apague el aire acondicionado y los extractores de aire.
4) No vaya a buscar los chicos a la escuela. Sus niños estarán más seguros en el colegio que en la calle. Las maestras se ocuparán de ellos. Si usted se movilizara, se arriesgaría inútilmente y entorpecería las tareas de socorro.
5) No llame por teléfono. Las líneas deben quedar libres para las urgencias y los socorros. Toda la información le será comunicada por radio. Manténgase lo más quieto posible. Cuando esté en lugar seguro, encienda su radio, en la frecuencia asignada para informarse sobre las características del accidente, la evolución de la situación, la dirección del viento y las consignas a respetar.
6) No fume, no encienda fósforos ni accione aparatos eléctricos. Apague la llama piloto de calefones, termotanques y calefactores. Apague las hornallas de la cocina y cualquier otro tipo de fuego. No encienda velas. Espere y siga las consignas hasta la señal del fin de la alerta.
7) Como prevención, prevea los elementos citados necesarios en su casa, negocio, escuela o edificio donde normalmente esté e identifique las habitaciones o ambientes de más seguridad para utilizar en esos casos.

Funam expresa que “el plan asume que las industrias químicas, pese a los controles y mejoras, pueden tener fugas y accidentes “, y considera que “comunidad e industrias de riesgo pueden coexistir pero para ello es imprescindible erradicar el secretismo y montar procedimientos transparentes”. Acota también que “las sirenas pueden generar inquietud cuando sean utilizadas por primera vez pero gradualmente la comunidad sabrá interpretarlas”. También acota la entidad ecologista cordobesa que “lo más importante es blanquear las situaciones usualmente de conflicto que mantienen empresas y ciudadanos”.

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Lo que falta para que los consejos sirvan

Los consejos sobre qué hacer ante un escape químico grave que llegue a la zona urbana están. Falta difundirlos más y mejor, y que la sociedad sea más receptiva que hasta ahora para demandarlos y aprenderlos. Pero es cierto que aún si la comunidad hiciera suyos estos consejos, de poco servirían si no se avanza en otros puntos absolutamente claves.
El central, e imprescindible, es que si se sugiere hacer "protección bajo cubierta" no puede demorarse 20 o 30 minutos en informarlo, sino que debe ser casi al instante de sucedido un episodio. En Río Tercero hasta ahora esa capacidad de detectar el incidente al instante no existe aún y menos todavía la de comunicarlo en forma confiable y rápida a la población.
Ahora se trabaja en un nuevo plan para mejorar ambos aspectos, con la idea de tener un centro de monitoreo permanente de las empresas químicas, un sistema de alarmas a usar al detectarse un incidente y uno de comunicaciones apto para emergencias. Pero todo eso falta concretarlo.
Otro punto: se asume que las escuelas están preparadas para hacer su propia protección, pero lo cierto es que algunas lo están más que otras porque no todas han avanzado en prácticas en ese sentido.
Falta difusión, falta equipamiento, falta concientización y falta entrenamiento, para que los consejos de "qué hacer" tengan verdadero sentido.

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Río Tercero, entre la sombra y la luz de las explosiones

No puede ocultarse que las explosiones de Fábrica Militar de Río Tercero en 1995 han estigmatizado la ciudad. Esa circunstancia hace que la gente esté alerta o reaccione distinto. Un ejemplo de ello es que no en cualquier pueblo, cuando suena la sirena de los Bomberos, la gente se prende a escuchar la radio para enterarse de lo ocurrido. Ese sonido envolvente ya se ha convertido casi en un hito.
Pero... ¿es patológico? ¿Hubo un éxodo de familias por ese flagelo, de hace 12 años? ¿Hay nuevos habitantes tras esos sucesos que marcaron un antes y un después en la historia de la población?
Todo parece indicar que el alerta que emanó de Fábrica Militar el lunes pasado reabrió viejas heridas. Gran parte de la población se autoevacuó ante la falta de información de lo ocurrido, tras un estallido de una caldera en una de las plantas químicas de la firma estatal.
Sin embargo, para los expertos en el tema social, ésta sería, en principio, una reacción (esperada) y no un síntoma de enfermedad mental o trastorno psicológico. En ese sentido, un equipo de profesionales realiza las tareas preliminares para arrancar con el abordaje psicosocial en los sectores más vulnerables, justamente para encontrar mayor certeza sobre estas conductas (Ver Detectar a las personas más vulnerables).
Sería fácil imaginar que con la tragedia de hace 12 años, hubo familias que se fueron de la ciudad, tal vez abrumadas por el temor. Así ocurrió. Aunque ese fenómeno de la ida fue menor de lo que se esperaba y los números dan prueba de ello. Las estimaciones poblacionales indican que en 1990 en esta ciudad había unos 42 mil habitantes; en 1995 esa cifra trepó los 44 mil; en 2000, a 45 mil, y en la actualidad suma unos 47 mil.
Para profundizar más aun estos datos se puede reforzar con la cantidad de conexiones al servicio de energía eléctrica, cifras que también reflejan la evolución poblacional: en 1990, 13.108 usuarios; en 1995, 14.345; en 2000 15.759 y en 2007 casi 18 mil. Es decir, todo indicaría que en Río Tercero no hay menos habitantes después de las explosiones de Fábrica Militar.
Se sabe que algunas familias después de ese flagelo se mudaron a otras ciudades de la provincia. ¿Pero esa fue la verdadera causa? Un caso ilustrativo es el de un traumatólogo muy reconocido en la ciudad en el aquel momento, Antonio Pauletti, quien a los pocos meses de las explosiones se mudó con su esposa y con sus dos hijos a Río Cuarto. Numerosas versiones daban cuenta de que el motivo fueron las explosiones. Él mismo explicó: “En realidad aceleró una decisión ya tomada, que era por cuestiones laborales. Pero no tenemos secuelas, gracias a Dios. Aunque ese día creo que es imborrable. Todavía recuerdo que los médicos no nos íbamos de la ciudad, atendíamos en las clínicas a los heridos con esquirlas. Tampoco me puedo olvidar de varios pacientes que por meses tuve que atender en sus casas porque tenían miedo de salir”.

Los nuevos

Las familias que eligieron Río Tercero como destino para vivir después de noviembre de 1995 reconocen que se convive en una ciudad muy particular, con temores indisimulables.
El fiscal Marcelo Ramognino se suma a la nómina de quienes arribaron a la ciudad tras esos hechos. Contó que junto a su esposa llegó aquí por cuestiones laborales, por el concurso del Consejo de la Magistratura. Mencionó que por su orden de mérito podía optar por otras ciudades, pero decidió ésta por su perfil sociocultural, el localismo de una ciudad pujante, la cercanía con Córdoba y la zona serrana.
“Evaluamos el tema de las explosiones. Pero creo que la evolución del hombre hace que prácticamente sea imposible estar frente a una ciudad indemne de todo peligro. Nadie está exento de que el vecino tenga una conexión clandestina de gas y explote el departamento de al lado”, relató.
Viviendo en la ciudad y en contacto con conocidos y amigos, Ramognino interpretó que no se puede ocultar que es una población con secuelas psicológicas: “Lo del lunes fue un signo evidente de que la ciudad está sensibilizada. En el caso nuestro, que no vivimos eso, no somos inmunes: uno está solidarizado con lo que pasó. El hecho de no haberlo padecido hace que uno, ante la coyuntura, pueda operar de otra manera. Opté por Río Tercero y quiero a la ciudad y estoy consustanciado con su problemática. He participado de las marchas. El lunes crucé casi toda la ciudad y advertí el pánico que había en la calle. En algún punto era más peligroso lo que sucedió en la calle que el evento que había motivado todo”.
Otra de las nuevas integrantes contó su historia. Patricia Reyna (33) vive con su esposo y tres hijos en barrio Parque Monte Grande (aledaño a la zona fabril química). Se asentó en 1997 y ya decidieron echar raíces. “Vinimos porque mi marido encontró trabajo acá, tenemos casa, elegimos la ciudad. En 1995 vimos las explosiones por la televisión, fue espantoso. El lunes a la noche me asusté tanto que el martes no mandé a ninguno de mis hijos a la escuela. Esa noche salimos a la calle, (veía) gente que disparaba, que ponía ropa en los autos y se iba; me asusté mucho por las criaturas. Es una ciudad donde ya hubo explosiones, donde hay peligros. Fue un susto terrible”, afirmó.

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Cuando un alerta abre las viejas heridas de 1995

Edith Ebeling, de 55 años, vive a metros de Fábrica Militar. “Siento las sirenas y me empieza a correr un frío por el cuerpo, porque no sabés por qué son. No se puede vivir igual, Dios te da fortaleza. Pero si pudiera me iría de Río Tercero. Hace unos años no quería, pero Río Tercero ya perdió el encanto, nadie procura mejorar las cosas. Son recuerdos imborrables. Aquel día (de ‘95) me ocasionó una herida muy grande, no sabía a dónde estaba mi familia. El lunes reviví todo eso, sola. No tenía información. Lo primero a lo que atinás es a irte, que fue lo que hice. Consciente o inconscientemente uno piensa que alguien se ocupa de hacer las reparaciones para que eso funcione como debe. Pero... ¡es un remiendo seminuevo sobre lo roto!; uno tiene hijos, nietos, no quiere que se vuelva a repetir la historia. Hace 18 años que vivo acá. Está latente el peligro. Me quedó esa sensación de temor, de inseguridad. Al principio parecía que en cualquier momento se abrían las ventanas y las puertas (como en el ’95)”, confió.
Otras de las historias es la de Juanita Falconi (42), con tres hijos y cuyo marido trabaja en Fábrica Militar. “Cuando sonaba la sirena de los Bomberos antes de 1995, nadie encendía la radio. Hoy todos nos prendemos a escuchar. El lunes yo sentí el mismo ruido que la primera explosión del ‘95. Nos miramos con mi marido y dijimos ‘ahí viene la otra (como ocurrió aquel año)’. Salimos corriendo, no tenemos vehículo: todos pasaban alocados y una mujer nos llevó a barrio Belgrano (más alejado). Pensé que explotaba alguna fábrica. Después nos dimos cuenta de que no debíamos salir. Lo peor era un escape de gases, y sabíamos que hay que quedarse adentro. Suplicamos por un sistema de sirena que nos avise qué hacer, pero de inmediato. El lunes se enteró primero Córdoba que los riotercerenses. Pensé en irme de la ciudad, más de una vez, pero mi marido tiene 45 años, con trabajo fijo y tenemos casa propia. Uno tiene la esperanza de que va a mejorar, por eso hacemos las marchas. Uno sabe que convive con las químicas, nadie me obliga, pero no podemos vivir con máscaras al lado, como lo hacemos en mi familia. Mi hijo más chico, el lunes, me preguntó ‘¿va a pasar algo más, mamá?’. No le puedo mentir: no sé si pasará algo mañana”, puntualizó.

La esperanza

Hay quienes en vez de alejarse de Fábrica Militar eligieron por ese sector después del ‘95. Es que los precios estaban depreciados y había una amplia oferta de inmuebles. Muchos optaron por otros barrios, más hacia el sur de la ciudad.
Ante la consulta de este diario, los nuevos habitantes esgrimen que “ya no hay armas o proyectiles que exploten”.
Gabriela Fantasía (22), con cuatro hijos, en 2001 compró una casa a metros del predio donde había explotado parte de la fábrica. “No había casas para comprar en aquella época y acá sí: la gente se había ido a otros barrios. Pero para nosotros no había peligro. En nuestra vida lo que sí cambió es que, con la sirena de los Bomberos, nos vamos cuando tenemos dudas, como el lunes”, subrayó.
La familia de Paulina Navarro (28) fue una más de las que optó por adquirir una vivienda cerca del polo fabril. Dice que no viven con un miedo permanente, aunque a veces las preocupaciones retornan: “Vinimos hace cuatro años. Es lindo el barrio y pensamos que no había peligro. Ahora nos vuelve el miedo de antes. El lunes no quería levantar a mis cuatro chicos, pero no quedó nadie en la cuadra, todos se fueron. Estábamos pegados a la radio para ver qué pasaba. Antes de las explosiones no escuchaba la sirena y no escuchaba la radio”.

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Detectar a las personas más vulnerables

Cuando en Río Tercero se intenta avanzar en un diagnóstico sobre las posibles secuelas psicológicas en los vecinos, los profesionales dicen que es necesario realizar un estudio de campo integral.
Algunos señalan que debería analizarse si cuando algún riotercerense manifiesta que sufre de algún trastorno psicológico debido a las explosiones, no se mezcla al mismo tiempo con algún reclamo legal, con cierta necesidad o interés de cobrar alguna indemnización.
Atro aspecto a dilucidar es por qué la gente reacciona autoevacuándose, como el lunes pasado. El director de Salud Mental de la Provincia, Oscar Santini, visitó Río Tercero (se comenzará a implementar un programa de ayuda psicológica) y señaló: “Tenemos que detectar esa persona que está vulnerable. Si es una docente, se le complica el trabajo; si es mamá, la relación de familia; un nene no duerme bien. A veces al evento se le suma la movilización a algo que ya estaba; el equipo de salud tiene que detectar eso”. Y concluyó: “Vamos a proponer una capacitación permanente, una inclusión y participación de la comunidad para capacitarse, para contenerse y contener a su grupo familiar, su escuela, su hospital; tenemos que horizontalizar la capacitación. Que todos sepamos qué hacer ante eventos críticos y cómo prevenirlos”.

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Preocupados

Silvana Fracchia (34), tres hijos, vive cerca del polo químico: “Dos días antes de ese lunes, nos dejaron una oblea en la puerta: ‘si hay escape quédese adentro con ventiladores”, decía. Eso hicimos, pero no sabíamos qué pasaba. El lunes se movió toda la casa, no me asusté tanto como en el ‘95”.
Patricia Oviedo (30), cuatro hijos, barrio El Libertador: “A las 9 suena la sirena de la fábrica por cambio de turno, y te da escalofríos, no sabés si pasa o no algo. Estamos sensibilizados. Cuando no te dicen nada, te desesperás. Los chicos le tienen terror a la sirena”.
Claudia Ferreyra (35), cuatro hijos, barrio Parque Monte Grande: “Estamos preparados para una emergencia, pero a la vez no queremos que pase algo más. Tenemos miedo; el lunes fue un descontrol en mi familia, en el barrio. Nadie daba información exacta, estábamos como maletas de locos”.

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