19 jun 2007

Escapes, reacciones y espasmos

La Voz del Interior (19/06/2007)
De escapes, reacciones y espasmos

Hace siete días, la ciudad se conmovía por la muerte de dos operarios por un escape dentro de la planta de Petroquímica Río Tercero. Mientras se investigan las causas, reaparecen interrogantes.
Un accidente químico. Dos muertos. Una ciudad conmovida. La inquietud social en Río Tercero por los hechos del martes pasado muestra dos caras de una misma moneda. Una es el pesar por los dos obreros fallecidos en lo que –es posible– sea nomás un accidente laboral. La otra son los interrogantes que hechos de este tipo reabren acerca de los riesgos en seguridad que para la comunidad toda (en salud y en ambiente) tiene la actividad industrial química.
Precisamente, la diferencia entre un accidente laboral cualquiera y uno en una industria que manipula productos de alto riesgo es que el último, dependiendo de su dimensión, puede llegar a complicar a muchos más que los que trabajan en ella.
Por eso, el incidente ocurrido en Petroquímica Río Tercero multiplica naturales inquietudes en la comunidad local.
Hay un dato clave en este caso que justifica que esa inquietud se acreciente: del incidente del escape que provocó dos muertes, las autoridades municipales se enteraron casi siete horas después y la sociedad aún más tarde. ¿Sólo la empresa donde ocurre decide cuándo un escape tóxico es apenas un accidente laboral sin repercusiones externas?, ¿y si el diagnóstico es equivocado?, ¿qué control hay sobre si esa evaluación es correcta?
Los riotercerenses deben saber que conviven con los beneficios y también con los riesgos de las industrias que tienen. Sobre los riesgos, corresponde que la sociedad los asuma. Para asumirlos, debe conocerlos. Y para conocerlos debe haber una relación de información fluida, sincera, madura y confiable, que no siempre se da.
Históricamente, las empresas –y en buena parte también las autoridades municipales– trataron de minimizar o de evitar hablar de esos riesgos. Recién en los últimos 15 años se avanzó algo en ese sentido, aunque sobran evidencias de lo que aún falta.
La tragedia de 1995 con las explosiones en Fábrica Militar fue una bisagra, para la sociedad, las empresas y las autoridades. Pero antes de eso se llegó al colmo de que, por ejemplo, la ciudad no pudiera saber que en los depósitos de la empresa estatal se acumulaban bombas de guerra, porque era un “secreto militar”. Suena desopilante hoy, pero es real que cuando a fines de los ´80 se dieron los primeros pasos para crear un área de Defensa Civil en el municipio, se plantearon tras varias reuniones los 10 principales riesgos para la ciudad y entre ellos no figuraban los depósitos de explosivos, no porque no existieran a 50 metros de barrios poblados, sino porque era un “secreto de Estado”. Ese ocultamiento explotó en 1995.
La información confiable es un elemento clave para dar seguridad. La comunidad debe estar segura y debe además sentirse segura. En estas cuestiones, importa tanto la realidad como la percepción que se tenga de ella. Se trata, por eso también, de un problema de comunicación.
En este marco, sigue siendo un asunto trascendente, pero pendiente, mejorar los niveles de comunicación entre empresas, municipio y comunidad. Se podrá decir con acierto que es hoy mejor a décadas atrás, pero se puede comprobar también que aún muestra falencias.
La sensación de que ante cada escape o incidente químico el municipio (que es autoridad de control) se entera cuando las empresas quieren, o cuando los vecinos ya ven la nube que los preocupa, está instalada.
Si es así (y hay evidencias de que muchas veces así ha ocurrido), el sistema falla.
Un avance reconocible de Río Tercero en la última década ha sido la instrumentación del Plan Apell, para atender emergencias locales, sobre todo de tipo industrial. Pero si en ese plan falla la comunicación, falla el plan. En este marco sigue siendo inquietante que la autoridad de control (el municipio) no tenga (en realidad nunca tuvo) la capacidad técnica, operativa y política de saber al instante qué ocurre en los puntos de mayor riesgo potencial, para actuar en consecuencia.
¿Cómo? ¿Cómo abordar esta problemática sin minimizar los hechos, pero a la vez sin crear psicosis exageradas que quiten racionalidad al debate?
¿Cómo hacer para que no reaccionemos (autoridades, medios, sociedad) ante cada hecho grave y después olvidemos, hasta el próximo?
En este rubro, las reacciones suelen ser espasmódicas: tras suceder un incidente, aparecen reclamos, respuestas, proyectos de soluciones, compromisos, que se desdibujan o postergan con el pasar de los días.
Si fuera posible que no tengamos en Río Tercero apenas un espasmo que dure unos días por estos episodios recientes, y que su lamentable saldo pueda dar pie a soluciones reales, podría quizá avanzarse en:

Información
Implementar de una vez una aceitada e instantánea comunicación ante incidentes, entre las empresas, el municipio y las instituciones dedicadas a la seguridad, para dar verdadero sentido al Plan Apell.

Apertura
Generar una mayor apertura de las empresas del rubro para con la sociedad. Ha habido avances (en algunas más, en otras menos) en relación a décadas atrás, pero no alcanza. A modo de simple ejemplo: hasta hace muy poco, cualquier consulta periodística a Petroquímica Río Tercero –aún las más sencillas y cotidianas– debía ser elevada para obtener alguna respuesta a su sede en Buenos Aires.

Control
Crear un verdadero sistema de control municipal, que por un lado sirva para prevenir escapes, y por el otro, pueda determinar con urgencia y precisión de qué se trata cuando alguno ocurra (sin necesidad de esperar la información de la empresa), para definir eventuales estrategias de emergencias. El sistema de estaciones de monitoreo ambiental creado hace una década puede servir para hacer un diagnóstico del estado del aire después de ocurrido un escape pero no para poner en marcha un plan de emergencia, y menos para prevenir incidentes. En los últimos años, la actual gestión mostró voluntad por mejorar el rol de control del municipio sobre diversos aspectos de la ciudad ligados a la seguridad, pero en el rubro ambiental es donde menos pasos ha dado. La distancia entre la capacidad operativa y económica del municipio y el tipo de problema de que se trata en este caso resulta inquietante.

Especialización médica
Si algún interrogante, quizá más que otros, abrió el episodio con dos muertos de hace siete días, es si la ciudad está preparada en materia médica para atender emergencias químicas. Puede que, con un alto costo, lo sucedido sea un punto que sirva de lección para que, desde el municipio y con apoyo de empresas e instituciones, se revise si acaso Río Tercero tiene aceitado un protocolo con normas de atención médica para intoxicaciones con químicos y profesionales suficientemente entrenados y especializados en el rubro, tanto dentro de las empresas para su personal como en los centros médicos para la ciudad en general.
Si la reacción por el incidente de hace una semana no es sólo espasmódica, puede que la ciudad aprenda esta vez algo que sirva, para que no se repita.

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